OSIRION PRINCIPADO DEL KA

Recuerdos de la isla feliz (45)

 



Recuerdos de la isla feliz

Salía el sol sobre la costa, cuando la vieja barcaza atracaba en el puerto seguida por un enjambre de blancas gaviotas, graznando sin cesar, solicitando su parte de aquel portentoso botín…

Los pescadores, ni bien amarraron el estribor de la destartalada nave, se dieron de inmediato a bajar las cajas de madera, repletas de peces…

La algarabía de la gente, como siempre que la barca atracaba, se hizo notar de inmediato…

Niños jugando por el muelle, y más allá, sobre las cálidas arenas de la playa, las mujeres con sus canastas, se iban acercando lentamente, en grupos para la faena y compra…

Sobre el viejo mesón, un pescador, que hacía muchos años no se hacía a la mar, limpiaba las piezas, cortando cabezas y aletas, separando las partes para la venta y el desperdicio para las chillonas aves…

Se decía de él, que había pertenecido a un naufragio particular, y que en su salvataje, antes de no volver a emitir sonido, había contado haber estado en una gran isla, donde había conocido realmente la felicidad…

Pero en aquella dura y furiosa tormenta, los mapas se había perdido y la imantada brújula se había vuelto loca… más nunca podría volver…

Mientras hacía los cortes con su grave machete, los pequeñuelos jugaban sobre la arena, construyendo castillos y algunas esferas con que rodeaban sus construcciones, a modo de canal protector…

Algunos cangrejos, también se arrimaban por su parte…

En uno de los tantos machetazos, el viejo y encorvado cuchillo, tocó una pieza férrea en las agallas del pescado, y partiéndose, fue a clavar su punta, exactamente en el centro del castillo y la esfera, más saltando el mango de su mano, se hincó sobre la periferia de la misma…

El sol, hacía lo suyo, señalando  una dirección, que su mente, sostenía como una posibilidad cierta, de lo que alguna vez, vivió…

Renacieron en él, las antiguas ansias de volver  a aquella isla, para intentar una vez más, ser feliz…

El motivo de aquel pequeño descalabro, de la rotura de su corvillo, era un antiguo medallón de oro, que atravesado en la garganta del pez, había roto su hábil y afilada hoja, en dos partes…

Sin dar demasiada importancia, frente a los ojos de los mirones, guardó el medallón en su raído bolsillo y siguió con sus tareas, no sin pensar obsesivamente en aquel diagrama formado por el sol, y los trozos de cuchillo…

A la noche, tirado sobre las arenas de la playa, y bajo las estrellas, con su alforja abierta, y en su diestra la botella casi vacía de ron, observaba nuevamente, y por segunda vez, como un crustáceo, pretendía robarle el medallón, lanzándose  a la mar, en la misma dirección, que anteriormente viera en el dibujo sobre la arena…

Cuentan los de la costa, que un día se hizo a la mar…

Había adquirido un pequeño bote, no se sabía cómo,  más la brújula de un antiguo bote encallado y por fin había desaparecido, sin más…

Algún pescador, comentó que vieron la isla de la felicidad, y al viejo pescador estirando las redes sobre las arenas y sus costas…

Su cara lucía sonriente, mientras que algunas personas que parecían su familia, le ayudaban desatando nudos, e izando velas y redes…

Incluso, hubo alguien que dijo también, lo vio, fumando su olorosa pipa tirado en la arena, mientras el anaranjado sol del ocaso, se perdía en las profundas fauces del océano, junto con su insondable mirada…

Vitelmina Ahuir 

 


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