OSIRION PRINCIPADO DEL KA

La Visión del Augur (47)

 



La Visión del Augur…

Cuento

Andando por los polvorientos senderos del Universo en su totalidad, el Augur, llegó en su último recorrido, ahora,  al planeta tierra…

Descendiendo con dificultad, había gastado su miríada de existencias tras existencias, enseñando en cada uno de los confines universales… pero ignoraba el contenido de la enseñanza que debía dirimir, en este último tramo de su misión, luego transmitir…

Se le veía agobiado, pues las postreras resignaciones de las confusiones adquiridas de todo el largo camino, ahora se expresaban en cuatro puntos cardinales; no terminando de comprender el significado, ni cómo detentar el poder, de orientarse en ellas, ni cuando lo lograría… pero concebía, debía hacerlo…

Las direcciones múltiples, le confundían como reflejos espejados, que cegaban por momentos, y le restaban fuerzas…

Pero recordaba, era la llave incógnita e incognoscible, que el Gran Hacedor, le había susurrado con palabras entrecortadas, entre la brisa del entendimiento inteligente, y como examen final, antes de su regreso al regazo del hogar; explicándole en su oportunidad, que al final del camino, encontraría el cuándo,  el cómo, y el por qué

En el momento que pudiera armar, el rompecabezas de esos tres interrogantes, poseería la primigenia llave, sólo le costaría el último esfuerzo, de llegar al portal…

Con esas tres respuestas, armaría la clave con que podría abrir la primera puerta del cielo; más, una a una, encontrando el sello, a la diestra de cada una de las novenas restantes, en correspondencia al tiempo, luego de haber obtenido la primera, completaría la decena…

La inicial, era su única posibilidad de retorno, ya que, perdiendo esa sublime posibilidad, debería volver a transitar por miríadas de septuagésimas, una vez más, interminablemente…

Tanto había andado, que un instante, en medio de alguno de los tantos desiertos de la tierra, sin ninguna sombra en qué ampararse, agotado se detuvo un instante, en recogimiento y reconocimiento de su propia trayectoria…

Entendía su última misión, era un eslabón anterior, antes de presentarse al Gran hacedor, lugar desde donde había partido…

El calor abrasador  del desierto le obnubiló la mirada, y así, tuvo la última visión, que sin dudas se aplicarían en el trabajo de ésta, su postrimera visita…

Fue, que deliró con un gran árbol, cuya raíz entrañada profundamente en el seno de lo eterno, devenía de los cielos…

La raíz era doble, y al unirse, se multiplicaba a sí misma, en una tercera, desde donde, en miríadas incontables… los desprendidos linajes, terminaban en la tierra…

Por los millones y millones de ramas, descendían y ascendían multiplicidad de seres…

Los que ascendían, llegaban tan sólo, hasta las puertas en decaedro, del celeste panorama superior… sin poder abrirlas, volviendo a descender…

Eran naciones, en las que no se distinguían formas, credos, razas, edades, como millares de hormigas, yendo hacia el cielo a buscar alimento y luego retornando a la tierra, con pequeñas cantidades, que los sustentarían, por poco tiempo y con interminable esfuerzo…

Un hilo de agua, también proveniente del mismo lugar, regaba un río inferior, de aguas muy cristalinas, que rodeando a las ramas, idénticamente procedía como en lo superior; el principal caudal, rodeando a las raíces…

Las veintitrés partes primigenias que observó, del inicio, se reflejaban al borde de las ramas terrenas, en ese ancho y caudaloso río, en cuyas mansas aguas, las castas mecían sus puntas…

Las puntas al contacto con el agua, creaban en su movimiento,  pequeñas esferas como burbujas, en agrupaciones de diez en diez, que ascendiendo, terminaban siendo el origen de los seres que subían…

Cada década, contaba con integraciones internas en pares, devenidas de las veintitrés partes primigenias, de arriba hacia abajo, pero al estar reflejadas en el agua, se suponían en reversa de treinta y dos…

El cansado peregrino, se tomó su tiempo, en repasar y revisar la visión, puesto que de esta, se suponía, dependía su regreso, y también la posibilidad de abrir el último tramo de las raíces del árbol; ya que los seres, llegaban hasta un punto, y sin poder obturar el dosel de agua, quedaban circunscripto a la unión de la doble raíz, con su triada radical, dintel del decaedro, en espera redentora, o bien descendiendo nuevamente…

Lo que llamó al Augur,  la atención dentro de la imagen, fue que un personaje oscuro, heredando la bajada, lo hacía con una gran hoz, e intención de podar las ramas de aquel bello árbol, que regaba y daba vida al planeta, y lo hacía de manera veloz…

Al despertar, su corazón latía presuroso, un tanto angustiado, ya que de la visión, dependía la misión que había aceptado…

Lentamente, se acercó a las ramas, y en una de las tantas hojas, sirviéndose de las espinas como pluma, pintó con su propia sangre, la visión de su sueño, que al mismo  instante tiño el río opulento, del mismo color…

El oscuro personaje, se fue sumergiendo despacio en el torrente, lavando de esa manera  sus prendas en él, las que se tornaron totalmente en blancas y relucientes…

Acercándose al sorprendido Augur, el personaje antes oscuro, ahora inmaculado, entregó una esfera con cincuenta y cinco partes de todas las ramas, en una sola e integrada unidad indivisa…

Momento justo, en que la originaria puerta del decaedro, se abrió en todo el esplendor, jamás visto en la tierra, y hasta ese momento, después de toda una miríada, con la dolorosa extrañeza a cuestas, del Augur…

La constricción de su entrega, había purgado el linaje, de toda su trayectoria… y lentamente, aquel misionero, comenzó a ascender por el árbol, con la primera llave, que contaba de tantas partes referidas, y la licencia para abrir las novenas restantes…

La misión había sido cumplida… pronto estaría en su amado hogar…

Vitelmina Ahuir



 

 


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