OSIRION PRINCIPADO DEL KA

Al Ándaluz (23)


Al Andaluz

 

Corría la última Septimania del brillante amanecer dominio de las estrellas de Zahir y Tareq, cuando Allah, como buen pastor de su rebaño, les había revelado al pueblo, en su totalidad, sus enseñanzas por medio del Corán…

En voces que susurraba por las noches acada Sahib de turno… acorde a lo que la nación iba viviendo y necesitando en cada espacio tiempo… un reinado tras otro…

Algunos de los susurros eran inconexos, por lo que cada Sahib, recurría a las antiguas enseñanzas de las estrellas, logrando así la conformación de todas las Leyes, que hasta parecían contradictorias, las una con las otras…

Sólo se escuchaban claramente el nombre de las dos providencias estelares: Zahir y Tareq…

Transcurriendo él último reinado de Sahib al Malanka, ajustando el camino de su verdad para sus seguidores, en un nuevo sueño, Allah  le encomendó al gran Sahib que escribiera el texto en hebras de oro, y que luego las depositaría en un arca de cuatro caras iguales…

Cuando el arca estuviese lista, la enterrase bajo el sicomoro en que solía descansar y escribir sus máximas… acompañado de Aur Umara, su tercera y preferida esposa…

Las cuatro caras del arca, debían estar orientadas según los cuatro puntos cardinales, antes de depositarlas en la tierra, y su plana cara superior, al nivel mismo del mar de las Rojas Ondulaciones, en el atardecer de la luna creciente…

En el mismo sueño le mostró, que vendría un primogénito, quien sería encargado de corregir la Ley para su pueblo, por última vez…

Luego que este primer hijo, entendiera sus motivos más recónditos, más reafirmara su fe, y los valores que había deseado para su nación… y que debía llamarse Tareq…

Este primogénito, descubriría el arca en su momento, cuando estuviese listo para completarla e incluir nuevos pasajes, momento que pueblo si estaba unido, necesitaría en ese preciso espacio tiempo…

Estos bienes no sólo entenderían la guerra y la lucha, sino por el contrario, este primogénito sería un guerrero de la guerra y de la paz…

El Gran Sahib, añoró a su hijo primogénito Tareq, y pensó las mil una manera de educarlo para la lucha y defensa de Al Andaluz…

Orgulloso de su visión, más de perpetuar los nobles rasgos de su tribu, los almorávides…

 

Tanto almorávides, taifas y almohades, luchaban por mantener el reino unido, aunque no lo hubieron conseguido las más de las veces, por diferentes motivos; de allí, que en un pacto entre pueblos, teniendo una ciega y férrea fe, sobre los designios de Allah, era necesario celebrarse con un acuerdo matrimonial adelantado con las tribu de los almohades, respecto de este primogénito que vendría…

En tercer término, los taifas, que siendo el tercer pueblo, obtendrían hasta el fin de los tiempos, la Ley impresa en oro, tal como Allah se había pronunciado que sucedería casi al final de la Septimania, y debían administrar con ella,  la justicia con amor y bondad sublime…

La justipreciación de la Ley…

Los tres Maliks, estuvieron de acuerdo y cerraron el pacto, tal costumbre de su raza, en la séptima hora, del tercer día, luego de la luna nueva…

Pero los años iban pasando y el primogénito de Sahib, no había sido engendrado… y las esperanzas de este, desmejoraban junto con su fe…

…los almorávides no estaban cumpliendo con su parte en el tratado alianza… y él se sentía insatisfecho frente a la palabra dada…

En este tiempo, la tribu de almohades, habiendo realizado la selección de su mejor guerrero, entre los sucesores, preparaban a su primogénito para los avances de los pueblos fuera de tal alianza…

Así rezaba el designio de Allah, este joven robusto fuerte y sano de corazón, fue llamado Zahir…

Los años pasaron y el sueño no se cumplía, tal cual Allah había anunciado a Sahib…

El gran Sahib, de las doce mujeres que tenía, ninguna había podido darle un hijo por diferentes razones…

Ya siendo muy entrado en años, desfallecía en el sueño, que Allah le hubo indicado en su visión nocturna…

Y fue que  Aur Umara la tercera de ellas, recién pudo entregarle a su primogénito, que debía llamarse Tareq, tal la profecía de Allah sobre el primogénito, puesto que Sahib, prontamente, tal había sido predicho, en el sexagésimo de las Septimania, moriría…

Pero Tareq, al contrario de lo que se esperaba, era una debilucha niña de enormes ojos negros y piel cetrina…

Sahib entregó su alma a Allah, sufriendo mucho, pues veía, que la alianza tal vez, no podría sostenerse…

Antes del tercer día, de cerrar sus ojos, y ver por última vez el mar de las Rojas Ondulaciones, desde el cobijo acostumbrado del sicomoro, Sahib volvió a entrevistarse con los Maliks de cada tribu…

 

Ante el cambio otorgado por la naturaleza, Sahib ofreció en matrimonio a Tareq, para el noble guerrero Zahir de los almohades y con los taifas, consecuentemente, seguía el mismo trato; y fue que sobre la alfombra de añil del palacio, Sahib entregó sus nobles visiones y su vida… cuando la luna menguante se dormía en el poniente…

Al cumplirse la sexagésima década de la Septimania,  Zahir y Tareq, ambos representantes de las dos tribus se casaron, e unieron el amor inconmensurable de ambos, con el amor de las naciones y tribus… cuando los “sin alma”, pueblo bárbaro del norte, venían conquistando raudamente las regiones superiores del sultanato…

A escasos seis meses de las nupcias, Zahir debió partir a la guerra, comandando la triple alianza entre almorávides, taifas, almohades, en contra de los ejércitos “sin alma”…

En el palacio, quedaba Tareq, esperando el regreso de Zahir… su amor pacto de las estrellas…

Cada día, hasta el anochecer, sentada bajo el sicomoro donde su padre escribiera el Corán, Tareq escribía una carta a su amado Zarik…

Cada día bordaba en oro, plata y seda, sobre el alabastro pupitre de mano, bajo el viejo sicomoro…  su interminable amor…

Las hilvanaba con hilos de plata, de seda y oro, sobre un gran pergamino traído de las tierras del loto…

Le contaba cuánto lo amaba, lo extrañaba y bendecía su amor y la venturosa vida que los había unido, según Allah había predicho caprichosamente…

Su madre, Aur Umara, de extrañeza por Sahib, un día quinto de luna llena, se fue a los pies de Allah, y Tareq pareció ni notarlo… sólo tenía alma para rezar por Zarik… y su retorno…

Y fue, que desde el mar  de las Rojas Ondulaciones, a la vista atenta y anhelo del regreso, ante los ojos de Tareq, las sirenas y foceas, se dirigían de izquierda a derecha, y otras veces, de derecha a izquierda… cuestión que le llamó la atención…

Las sirenas cantaban y en oportunidades los celos inundaban el corazón noble y humilde de Tareq… sin quererlo…

Los distintos sentimientos poseían sus ojos negros y las nubes del cielo, enturbiaban su mirada, con un gris perlado, que hacían más colorido y profundo el azul del océano… a cada hora, más…

Todo lo iba describiendo en sus escritos de plata, seda y oro, sobre el gran pergamino del oriente…

 

Hasta que un día pensó, que su amado Zarik merecía ser feliz, aún lejos de los dominios del sultanato… y de su amor inmenso… debía dejarlo partir de su corazón, para recibirlo de otra manera…

Rogó uno y otro y otro día, que Allah bendijese a Zarik, con las mejores mujeres que pudieran hacer alegres sus días, mientras estuviese en la guerra… las más bellas, dulces y amorosas… todas y cada una de ellas…

Qué le proporcionasen  amor, paz y armonía, además de las bendiciones de la alegría infinita…

Sólo pedía a Allah, que su corazón no pudiese olvidar nunca, cuánto lo había amado y amaba… puesto que su noble y humilde corazón, lo habían adorado y adoraban ahora,  para siempre…

Deseaba desde lo profundo de su corazón, que cuando sus ojos se reflejaran sobre la negra mirada mora de cualquier muchacha, éstos le recordasen su amor pactado de antemano por Allah, y que viviera feliz en ese reflejo… para siempre…

Cuando comenzó en este pensar y bendecir a Zarik, foceas y sirenas, formaron círculos en el agua profunda y azul, cantando con un sonido diferente…

Los grandes sultanes del agua, cantaban y al formar redondeles, las nubes del cielo, se convertían con el mismo azul del mar, al mismo tiempo…

Allah le hablaba desde lo profundo de su anhelo…

Al séptimo día del canto de las sirenas, decidió guardar bajo el sicomoro, en un arca, todas sus cartas tristes de extrañeza y renovar su fe y esperanzas por su nación y los comandos de las fuerzas de las tres tribus…

… y más aún, renovar y venerar para siempre el amor indicado por Allah sobre Zarik…

Al cavar con sus manos para enterrar el arca propia, sus manos tropezaron con el arca del viejo Sahib… tal como Allah había designado…

Depositó la propia, la enterró en la caja y abrió la primigenia de su padre, el Gran y Sabio Sahib…

A medida que leía, entendía el sueño de su padre y la enmienda que Allah hubiere solicitado en su momento, del primigenio hijo de Sahib…

Desde ese día, emprendió a enmendarlo, con lentitud… día por día… verso por verso, tratado por tratado, ley por ley…

Al tiempo que escribía, las sirenas danzaban y el sol refulgía en oro rubí, cada mañana con mayor intensidad…

Comprendió entonces, que además, debía vestir la ropa guerrera de su tribu almorávides, e ir a la guerra como un soldado más…

 

Al principio, los taifas habían mirado con malos ojos, que una mujer desafiara las enseñanzas de las tablas de Allah, y estuviera a cargo de los sultanatos en ausencia de los malik…

Por ello, a la guerra, fue con el turbante, tapado su rostro y cabalgando su más noble corcel negro…

Cuando las tribus del norte, los “sin alma”, dispersaron a las tribus aliadas, todas regresaron a Al Andaluz, con el fin de volver a centrar fuerzas sobre sus propios territorios…

Tareq llegó primero a palacio… el quinto día de la luna menguante, en la décimo octava hora del día, y Zarik unos momentos después…

Tras ellos, el malik de los taifas, Wasir… buscando el cumplimiento del pacto primigenio con Sahib… las leyes reformadas…

El corazón de Wasir, después de la guerra, se había vuelto oscuro y cruel…

Había visto tanta pobreza y miseria de los sin almas, que increpó malamente a Zahir, disputando su autoridad sobre los sultanatos en alianza: Al Ándaluz…

Tareq, sosteniendo el arca de la alianza de Sahib el Grande y Sabio, con Allah más las tres naciones, aún vestía las vituallas de los almorávides…

Las tres tribus estaban presentes, en dos malik y sólo en una máscara del reino almorávides: Tareq, la de los ojos negros y piel cetrina…

Zarik y Wasir, se enfrentaron tratando, el primero de custodiar y salvaguardar el arca, el segundo por tomarla como trofeo, a la fuerza…

El corazón de Tareq pulsaba, orando en su corazón con los designios de Allah, de Sahib, de la alianza, pero no levantó su lanza…

Sólo sostenía el arca y seguía rezando a Allah…

Y fue que Wasir, queriendo ultimar a Zarik, levantó su aguijada para clavar en el pecho del gran Malik Zahir, sucesor en mando de la triple alianza…

Tareq, de un salto, se interpuso entre ambos, y la lanza traspasó su pecho, mientras el turbante rodaba y descubría el rostro tapado y sus negros cabellos caían sobre sus hombros…

El gran Malik Zarik, la sostuvo, mientras dándole el último beso, con la extrañeza de cientos de días de amarla en silencio, la abrazó de tal manera, que la misma lanza de Wasir, lo traspasó a él también… y ambos murieron en ese instante; a la décimo novena hora de la luna menguante…

 

El arca, rodó a los pies de Wasir, y el reflejo del oro y vestiduras de plata lo cegaron para siempre…

Es consabido rito de los sultanes, invocar en todas sus entrevistas con el propósito de unificar las tribus,  a Allah en primera medida y en segundo término, el amor de Zahir y Tareq…

_A salam mu aleikum_

Llevando sus dedos índices y medios juntos, tocando su plexo, los labios y la frente… en señal de unión, amor y fuerza de verdadera  inteligencia…

Puesto que así, el undécimo sultán, decoró el arca del Corán con los nombres de ambas estrellas: Zarik y Tareq… las que se sabe desde entonces, brillan muy juntas en el cielo del oriente, tal se amaron en la tierra, muy cerquita de Allah…

Zahir y Tareq, los que unieron almorávides, almohades y taifas, unidos en el brillo del oro de Allah por la eternidad, conducen a los perdidos beduinos en el desierto, frente a las Ondulantes y Rojas aguas del mar… ofreciéndoles la dirección cierta a seguir… mientras en las noches muy oscuras, en su titileo, ellos ríen y se aman eternamente…

Allah había cumplido en su pacto con las naciones Al Andaluz, dando luz al eterno faro astral de la Alhambra…

Vitelmina Ahuir


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