OSIRION PRINCIPADO DEL KA

La Segunda (14)

 



La Segunda…

(Vivencia)

A poco de llegar a la ciudad, las excursiones por el vecindario, me llevaron a conocer a Don Vicente… y su personalidad…

Solterón, sin más familia que otros dos hermanos, solteros como él, Don Miguel y Doña Laura…

Tres maestros jubilados, viviendo a escasos metros de mi hogar… en una pequeña casita, entre una multiplicidad de pinos, que le daban un aspecto particular… entre solitario y quejumbroso…

Ambos hermanos varones, tenían una tarea compartida, que era la atención de la casilla oficial del ferrocarril, precisamente en la intersección  de tres vías férreas… con sus cambios y en su época, el telégrafo…

Esos puestos de trabajo que se fueron anulando anda a saber cuándo y porqué…

El tema es que los tres hermanos, se sostenían con esa labor, más sin duda su magras jubilaciones…

Don Vicente, era reconocido por su formal educación, su conversación amena, extendida, culta,  y también, por alguna que otra, que a los demás nos parecían extravagancias, y en alguno de los casos, también por su mal humor…

Entre las muchas extravagancias, una de ellas, era dibujar cada día sobre la acera de tierra, y con un balde, un sendero de agua, con lo que daba y exigía a interpretar, era esa la marca limítrofe de su propiedad, que llegaba a mitad mismo de la calle…

En ese lugar, rellenaba posos, juntaba hojas, alisaba el terreno… aunque vehículos nunca se desplazaban por nuestra calle secundaria…

Sólo alguno que otro carretón, comerciantes de frutas, leche y pan, en todos los casos…

Cuando la lluvia formaba sendero en la cuneta, todos los niños como yo, incluso mis primos, que vivían a escasos metros, solíamos retozar de ese eventual río, que terminaba en una de las vías del ferrocarril, ya que dos de la intersección antes referida,  eran y son de nivel profundo… con respecto de la calle…

Para nuestras correrías, las vías bajas…

Cuando la lluvia atacaba en corriente nuestra calle, descalzarse para chapotear, eran horas de felicidad incomparables…

 

Sentir el barro resbalar por los pies desnudos, formando choricitos de arcilla entre uno y otro, era naturalmente la gloria…

Pero había un trecho, que era prohibitivo para tal sentir… nada más ni nada menos, que el sitio marcado por don Vicente…

Nuestros padres, para no tener inconvenientes, nos reprendían ante cualquier situación de abuso frente a los tres mayores…

Don Vicente afirmaba, que nuestras huellas, incrustadas en el barro, luego de secarse serían depósito de hojas, que después  motivaban un trabajo extra, al momento de mantener la limpieza…

Y lo respetábamos, pues nadie quería tener una excelente soba de lomo, por una estupidez…

El tema fue, que de la manera de ser de Don Vicente, como de todas las cosas de la vida, algo aprendimos, aquella barrita singular de la primera infancia…

Amante de los gatos, cuanto gato estuviese abandonado, Don Vicente lo recogía… y llevaba a su hogar…

Sin darles nombre, ya que eran incontables,  los llamaba por orden de llegada a su casa…

Primera, “Segunda”… etcétera, etcétera…

Como nuevos campesinos en la gran ciudad, además de la huerta, mi padre cuidaba un hermoso grupo de gallinas, que se alimentaba de la misma huerta…

Una manera de garantizar productos de primera necesidad a la familia, y a la vez, la enseñanza particular de la nobleza de la tierra…

Y fue que un día, los polluelos del gallinero, comenzaron a desaparecer…

Lo triste, fue constatar que la desaparición era tras el actuar cruel de algún depredador, por la multiplicidad de plumas sanguinolentas que quedaban como mudo  indicativo del hecho…

Tras las pesquisas correspondientes, se dio como resultado, que “Segunda” visitaba asiduamente nuestro gallinero…

Y fue que mi padre, fue de visita y por única vez, a la casa de don Vicente…

Nunca asistimos a la conversación, pero al salir, “Segunda” venía entre los brazos de mi padre…

El anciano Don Vicente, depositó un beso sobre la cabeza del animal, y con lágrimas en los ojos, extendió su diestra, estrechando la de mi padre…

 

Supe luego, que mi padre emprendió un largo viaje con “Segunda…”

Siendo depredadora por naturaleza, debía volver a lugares donde no mortificara el derecho de otro… así ambos lo habían comprendido…

Don Vicente siguió criando gatos, nosotros pollos y manteniendo la huerta… y una amistad y respeto genuino con el trío de solteros… con sus llamativas diferencias sociales…

Por mi parte, en mi subjetiva necesidad, sobre la que se nutre mi vida, de imaginar finales felices, viví largo tiempo, incluso rememoro hoy,  a la “Segunda”, contenta corriendo por los agros aledaños…

Haciendo mil amigos en otros niños de campiñas lejanas,  y hasta formando una familia de gatos cimarrones… y sé dentro de mí, que así es… tal cual mi mundo interior lo pinta…

Vitelmina Ahuir

 

 


Osirión Principado del Ka

Crea tu insignia
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis