OSIRION PRINCIPADO DEL KA

Nada es lo que parece (18)




Nada es lo que parece…

 

(Cuento)

De joven sentía un placer raro al mirar la vieja casona existente al margen del pueblo… todos decían que estaba embrujada…

Su portón de hierro forjado, parecía una trinchera diabólica, pues al recorrer la distancia de su apertura, sus goznes chirriaban canciones espectrales… sonido de brujas, guturales risas oprimidas y contenidas…

Espectrales y desnudos árboles, intimidaban con su presencia retorcida y siniestra… reflejando sombras temerarias en el antiguo y  viejo jardín…

Predio  interminable de plantas aquí y allá, escondiendo los muros derruidos, cercenados por la humedad, comidos y desdeñando su antiquísima construcción…

Paredes altas, almenadas y de imponentes cúpulas… amplitud de silencios y sombras…

La chimenea derruida y a medio caer, mostraba permanentemente un hilo de humo…

Ventanales enormes, con enredaderas cubriendo sus celosías que permanecían eternamente cerradas…

Vidrios opacos, con alguna que otra sombra que se dibujaba por el fuego permanente de algún fogón inserto… que nadie sabía donde estaba o conocía su estructura…

De hecho, nadie había entrado allí, jamás…

Su propietaria tenía el mote de bruja, adivina, hechicera, practicante de magia, o maldita por el destino…

Todos decían haberla visto alguna vez… pero todos contaban una visión diferente…

Que se paseaba por los corredores sosteniendo una vela, que se asomaba a las ventanas desgreñada, fea y temeraria…

Que si te miraba fijo, había posibilidades que el hechizo te convirtiera en piedra… o se te cayeran los dientes, o el pelo… y que por momentos, rayos lumínicos, desde el interior, daban luz penetrante cual faro en medio de la noche…

Las versiones eran de lo más siniestras…

 

Todas eran tan distorsionadas, que no se podía realmente ver, ni entender, entre tanto comentario controvertido…

La fama la precedía, por ello, la bruja salía solo al atardecer en busca de no sé que cosas, internada en las esferas de las sombras… nadie se acercaba a la temida desconocida…

No parecía amar a nadie y nadie parecía amarla…

El carruaje se desplazaba sigiloso con sus briosos y negros caballos, hasta llegar al contorno mismo del pueblo, donde la carrera arreciaba en tropel despavorido, perdiendo la gasa de su vestido negro, y de su propio halo sombrío… en busca de yo no sabía qué…

El viejo y encorvado cochero, pálido  flemático y parco, vivía en el cobertizo exterior, y es quien se veía rondar en el pueblo tras los elementos primordiales de necesidades primarias de la casona siniestra…

Pero de vez en cuando…  muy de vez en cuando,  una furtiva sombra se deslizaba por la vereda, luego se escuchaba el chirriar de los goznes de la puerta de accesos al jardín, cruzaba el amplio, enmarañado y descuidado huerto, mientras la puerta grande de la casa, se abría, dejando entrar la sigilosa sombra…

Sin duda un espectro debilitado, embrujado, sojuzgado y proscripto por la maléfica mujer…

Así fue, que un día, luego que la sombra se escurrió por la puerta, escalé las paredes enjutas, y me atreví,  temblando de frío y miedo, a mirar por una de las ventanas…

El fuego crepitaba en el hogar… la amplia biblioteca apenas estaba iluminada por la mortecina luz…

Centenares de libros, tomos antiguos como la casa, lucían en orden y pulcramente limpios…

Un escritorio señorial, presentaba parvas de hojas, algunas amarillentas, otras no…

Una fonola  añosa dejaba escapar sonidos prelúdicos, armónicos, de exuberante paz… y hasta pulsaban  incitantes…

Los cortinados señoriales, caían bien dispuestos en su peso de paños aterciopelados, simétricos y tomados con cintas de raso rojos vino del mismo tono…

Columnas bien dibujadas en círculo frente a la chimenea, se veían en enhiesta conformación, pero desvaneciéndose en la luz difusa de la estufa gigante y acogedora…

Alguna que otra chispa reventaba desde los troncos cortos encendidos, cayendo sobre el mármol blanco de la estada…

 

Pero mi fascinación mayor, fue al ver a la malvada bruja, enredada en el amor más puro, lento, pausado… dibujando mil caricias suaves, como ciento de juncos meciéndose…

Enredándose mutuamente como las hiedras de las paredes mismas…

Dándose y prodigándose como la armonía de la misma estancia…

Danza de cuerpos entregando más allá de células corpóreas, pues ambos resplandecían…

Quién era él? Sin duda  aquel  hombre, propietario del espectro que se escurría sin ser visto, para vivir un amor vedado de dos seres, que vivían su intimidad en el silencio, pero en la verdad del amor más digno, que cualquier sociedad, incluso la del mismo pueblo, no entendería jamás y defenestraría…

Me bajé avergonzado de espiar… pero, totalmente conmovido… pensando que nada es lo que parece, y que en la vida, también yo, quisiera vivir un amor tan profundo y placentero, aunque fuese efímero, o de contadas horas, alguna que otra vez, como el de aquella hechicera… dentro de sus paredes sombrías…

 

Vitelmina Ahuir

 

 

 

 


Osirión Principado del Ka

Crea tu insignia
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis