OSIRION PRINCIPADO DEL KA

La peregrina (39)


La peregrina

(cuento de navidad)

Era la tarde de un largo día… pero dentro de la humilde alma, los días, las horas, o los meses, se separan dividen, o valoran en un tiempo distinto…

El transcurrir del tiempo, lo mide el cansancio y también porque no, el largo del camino recorrido, se decía a sí misma… a pesar de no ser demasiado vieja…

Ya no era interesante golpear los portales, sabiendo que algunos pueden permanecer cerrados eternamente en la impiedad, hastío y banalidades extremas…

_Es tan largo el camino, pensó… y aún ¿Cuánto más queda? Se preguntó…

_Y los oasis que asisten son tan lejanos entre uno y otro, como también pequeños para socorrer la sed…

Deseaba esa agua cristalina que apaga la melancolía, la desazón y la tristeza del destierro… casi, se dirían espejismos…

Y pasó, que a pesar de no esperarlo, un día cualquiera, se sorprendió frente a un portal que estaba abierto… la suave y cálida luz mortecina del candil, le animó a acercarse…

Del lugar emanaba el olorcito del pan casero, ese que se elabora con amor para compartir, así no  se tenga un miserable céntimo para pagarlo…

Es ese pan que no se compra, ni se calcula, ni siquiera puede valorarse por lo incalculable de su tesoro… es el pan que calma todo el hambre posible o imaginable, y en todos sus amplios espectros…

_¿Puedo entrar? Preguntó con una voz entrecortada por el miedo…

_No tengo mucho para ofrecer_ dijo_ Sólo puedo ayudar en lo que pueda… o sirva…

_Sólo puedo ofrecer lo que soy… y mis fuerzas para cualquier tarea…

Y así esperó una respuesta, que no tardó en llegar…

Y sin mediar palabras, sólo una sonrisa que se entiende sin frases porque procede del alma y cubre cualquier idioma, o cualquier diferencia, fue el esbozo del dueño de aquel sencillo, humilde y maravilloso lugar… ante la presencia de esta mujer…

En un principio, la mujer se sintió tan atraída y feliz de la tibieza de ese hogar, que le pareció increíble haber encontrado…

 

 

Sus ojos emanaban lágrimas de incredulidad y agradecimiento al Altísimo por haber sido asistida, antes que su alma pudiese morir de pena, hambre y soledad…

Pero al poco tiempo, como nunca se había sentido merecedora de ningún lugar tan apacible, se dijo:

_Esto sin dudas es un sueño, no es real, no es para mí… un día despertaré y habré estado soñando….

Y así, rogó al altísimo, no despertar nunca…

Temió que un día le dijeran que no pertenecía a ese lugar de paz, asistencia y descanso… entonces, debía mostrarse tal cual era, se dijo…  no deben quedar dudas, de quien soy…

Había deambulado muchos años tras un lugar así y debería ser digna… de corresponder en cada uno de las hechuras de ese bendecido espacio de refugio….

Así fue, que con palabras lo más entendibles que pudo, contó sus más recónditos secretos, sus más grandes temores, y sus más graves, humanos errores… lo explicó a quién tan amorosamente le había abierto las puertas…

No debía fallar, ni siquiera con el más insignificante de los pensamientos, se dijo…

Pidió una tina para bañarse y sacar el polvo del laberíntico camino, y entonces apareció cada una de sus magulladuras…

Con todo respeto y pudor, se las mostró al buen samaritano… si había sido tan grande su amor, para no dejarla afuera en una noche tan fría y en vísperas de la navidad, sin duda entendería sus heridas… y sabría con certeza, que ella jamás querría volver al camino que la trajo hasta su puerta…

El buen samaritano, como todos los servidores del mundo, entienden sólo los gestos e idiomas de las caricias… de las miradas, de las sensaciones y por sobre todo, de la verdad…

Se sentía plena… atrás había quedado el mundo y sus ironías que nunca entendería, ni practicaba…

La ironía se dijo, es igual al descapotable aquel, que un día pasó, sin detenerse a corresponder a mi cansancio… entonces, jamás utilizaría un medio de transporte tan poco comprensible, endeble y fatuo, para su corazón y su alma…

Sólo sobre la limpieza y la franqueza de la sonrisa, viajarían sus palabras, porque sin dudarlo, es el camino más fácil, directo de decir y expresar…

 

 

Así utilizaré siempre el verbo creador…. Se dijo y prometió a su corazón…

He llegado a un buen lugar para vivir para siempre, a pesar de mi humanidad… y nunca transgrediré sus estructuras, se juró a sí misma…

He encontrado el lugar, donde los niños son niños y hablan el lenguaje de la inocencia… donde toman los crayones y trazan sencillamente lo que ven, más adentro que afuera… porque el corazón es quien pinta, y el amor quien colorea…

Allí donde el paisaje que se pinta con pinceles idealistas, son como los ve el alma… desde las alturas…  sin la más remota brizna de polvo del camino…

Y así pintó sus maravillas… para el buen samaritano…feliz al presentar cada obra, que era ella misma…

En oportunidades, los paisajes eran desventurados y solitarios… desérticos y tenebrosos…

Otras, de multicolores formas de alegría… pero se los pintaba para él… como devolución a su protección, al amor más puro que por primera vez hubo encontrado como tesoro de un mundo desconocido…

Y así sucedió, que esa noche compartió el pan de la abundancia y bebió el vino de la noble pureza de decir, sin juzgar, ni derramar el agua de lágrimas inútiles… había llegado al  mundo de la navidad… al mundo donde sólo existe la paz y el amor… y sobre todo de la libertad absoluta, de la desnudez… la desnudez y candidez de la noble niñez…

Y las copas burbujearon con chispas de alegría infinita… e imperecedera…

Había arribado al mismo mundo donde sólo existe mi alma y la tuya…

 

Vitelmina Ahuir

 


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