El ardid de los hermanos (50)
El ardid de los hermanos…
Cuento
De los cuatro hijos del Tiempo, sin lugar a dudas, el más adusto, circunspecto y hasta podría decirse cruel, fue en sus principios Invierno… siendo el primogénito de la sempiterna presencia…
Tenía la vista acerada, como un espejado reflejo del vacío, insondable, más las duras facciones anguladas de la estoica escarcha…
Los largos y descarnados brazos, tales guadañas listas para barrer la faz de la tierra, además de todo lo animado y vivo, se mostraban duros, como leñas secas y rugosas…
En los largos pliegues de sus escasas ropas, largas y cenicientas, se escondía parcialmente aferrada una de las tantas muecas de la muerte, con visos de austeridad; con cuya máscara importante, a modo de sostén, otorgaba el adhesivo con que se abrochaban aquellas enjutas vestiduras, y a manera de botón remarcado, amarrando los harapos, desde la cintura hasta los hombros de la lúgubre figura invernal, en su larga túnica de angustiosas raíces expatriadas, se prendía casi se diría, con desesperación…
Invierno pulsaba un extenso instrumento de cuerdas, que al paso mismo del viento entre las mismas, todo el entorno espacio, comenzaba a congelarse con sus punzantes silbidos…
Tal vez, porque dentro del cuándo como período, el Tiempo lo engendró con su esposa la Regeneración, aun no estando del todo convencido, del devenir de los ciclos que producirían sus retoños, después de crear la pensada y vasta descendencia…
Y esta maliciosa semilla de miedo dentro del amor entre ambos, dio como fruto al alma del despiadado Invierno…
Este hijo desde su nacimiento, sembraba semillas de desolación, escasez, pobreza y también lloviznas grises; además de furiosos vientos huracanados, produciendo lo que su alma mostraba en su faz, habitáculo de su mirada…
La Regeneración observaba con tristeza y desamparo los estragos que su hijo producía sobre la tierra, y se preocupó inminentemente de lo que estaba sucediendo; pero como confiaba ciegamente en las disposiciones de su esposo el Tiempo, así, volvió a sumergirse a la pasión del abrigo de su amor, en el período que este le retornó a solicitar nuevos hijos…
Tiempo abrazaba a Regeneración con cariño, envolviéndola entre sus sedosos y amorosos brazos, instándola a confiar en él… y ella, una vez más confiaba en su sabiduría, dejándose llevar, reconociendo en su corazón el masculino actuar, pues admiraba a su esposo como conductor admirable, respecto de la familia formada y a formar…
El profundo miedo a la escasez del sembradío de Invierno, produjo en sus padres, un particular nuevo miedo, con que se ungió y nació el segundo hijo…
El natalicio de Verano produjo infinita alegría en sus padres; este retoño llenó los espacios en plenitud de frutos, más abundancia de granos, pero era tan grande el acopio, que no había quedado espacio terreno, donde acumular tantas riquezas…
Los bichitos del bosque, hacían uso a destajo y desperdicio de la desproporcionada cosecha, y por tal motivo, se volvieron inoperantes y también extremadamente haraganes…
Se despertaban tarde, los pájaros olvidaron sus trinos y cantos matutinos, y el resto de los animales, de retozar por las praderas; todo estaba demasiado seguro, y fueron perdiendo lentamente la voluntad de la conquista y la curiosidad del más allá lejano…
Los espacios habían perdido la curiosidad y el ánimo de ser reconocidos o descubiertos…
Ambos consortes, volvieron a mirarse, y tomaron en franca conciencia y cuenta, que este hijo, también tenía dentro de sí, otro solapado error, que incluía la desesperanza propia, y que había producido en sus ancianas almas el primero; y ahora, su emoción al respecto, había derivado en una abundancia sin límites, por lo tanto la escasez de la voluntad en el entorno…
Todo seguía en desequilibrio…
Tiempo volvió a cubrir a su esposa, amorosamente para consolarla…
Y de una nueva cópula afectuosa y delicada, nació Otoño…
Otoño se fue encargando de seleccionar, quienes quedarían o quienes no, dentro de la existencia del espacio, y paulatinamente algunas creaciones se fueron secando, mientras otras persistían bellamente, viviendo y desarrollándose dentro de todos los lugares…
Renegación miró al Tiempo, con una ínsita pregunta; estarían de esta manera los espacios, bien equilibrados y justipreciados en las diferentes especies?
Pero pronto se dieron cuenta, que este hijo, también tenía un error arraigado dentro de su alma, llamado discriminación y selección, más volvieron a sentirse consternados…
Algunas especies, habían desparecido para siempre… habría que volver al Universo para pedirle sus diagramas y formas, de una nueva creación…
En cada uno de los espacios, no había un equilibrio, y mucho menos existía la armonía…
Y en el nuevo encuentro amoroso, los consortes confiaron esta vez en el Universo y se abandonaron simplemente a su inmenso amor, engendrando de esta manera, a Primavera…
Sucedió que Primavera llenó los espacios de flores y mariposas, más los pájaros no dejaban de trinar, ensordeciendo los lugares de bullicio pleno…
Regeneración, siendo en su lama de naturaleza femenina, estaba totalmente encantada de estos hermosos espacios…
Primavera no tenía ningún miedo en su alma, era pura, actuaba de manera despreocupada, pero carecía de memoria, volviendo a desparramar virtudes, donde ya lo había hecho primeramente…
Y volvió a suceder, que no había acumulación ni abundancia, más la selección había disminuido el acopio anterior, y no había alimentos para todos, o no eran suficientes para los animalitos de los bosques, y los consortes estaban en el mismo peldaño del Principio…
Los esposos volvieron a la misma consternación…
Estando éstos en la intimidad, dialogando sobre los posibles errores de nacimiento de cada cual, más la manera de enmendarlos, con su violenta y huracanada presencia, entró sin ser invitado en el aposento marital, su hijo Invierno; interpelándoles de esta manera, sin mediar ningún tipo de consideración:
_Yo soy vuestro primer hijo y como tal, reclamo el ejercicio de mi primogenitura…!!!
Saliendo atropelladamente, sin escuchar respuesta, tal y como había entrado, dejando un halo de sorpresa, disgusto y frío, en el corazón de sus padres…
Y sin más, ejerció el poder que le había sido otorgado en su prioridad, como primogénito y todo volvió a congelarse…
Los animalitos del bosque, habían pasado a hibernar dentro de sus cuevas, pero tanto el Tiempo como la Regeneración, sabían que no podía durar demasiado este espacio de tregua; todo prontamente moriría, y ellos habrían fracasado frente al Máximo Universo…
El invierno pulsaba su instrumento macabro, de largas cuerdas ayudado por el huracanado viento, produciendo gélidos espacios, más la muerte, solapada dentro de sus misteriosos pliegues y aristas de las ropas de Invierno,sonreía satisfecha…
El tiempo y su esposa, llamaron a concilio, a todos sus hijos, más el aireado Invierno no asistió…
Amparado en su orgullo, no quería bajo ningún punto, escuchar a sus progenitores, mucho menos a sus hermanos…
Así fue que, terminado abruptamente el concilio, los tres hijos que quedaban, para descargar tanta preocupación de las espaldas y corazones de sus padres, en secreto, urdieron un plan…
Invierno, se había detenido un breve espacio, para contemplar su magnífica hechura, y así dejo su viejo instrumento en el suelo, y reclinándose en un congelado árbol, y se durmió, abanicado con los suspiros de Huracán, que al momento hacía lo mismo; ambos en la satisfacción de su poderío, acunados por sus propias soberbias y crueldades…
Fue entonces, que Primavera despertó a un pequeño conejito que dormía dentro de un hueco del mismo árbol; Verano lo alimentó con algunos granos y Otoño lo vistió de abrigada piel vellosa, de tonos ocres, que disimulaban a la perfección su presencia, confundiéndose con las ramitas quebradas sobre la nieve…
Los tres amorosos hermanos, honrando a su padre y a su madre, como así la Ley Universal dictamina, encomendaron al conejito, cortar con sus filosos dientes, tres cuerdas, de las doce que poseía aquel siniestro instrumento; más las cubrieron de escarcha, para que el invierno interpretando había sido por su propia necedad… se obligara a sentir el peso de la culpa…
Fue justo al momento que despertó invierno, y dentro de tanta desolación, no encontró manera alguna de reemplazar sus cuerdas, y el huracanado viento, sólo produjo desde ese período, algunos de los sonidos acostumbrados; habían disminuido en su eficacia…
Al faltar esos sonidos, algunos espacios no pudieron ser congelados, y por ello, algunas existencias pudieron salvarse…
El orgulloso invierno, masculló un séquito interminable de injuriosos epítetos, y se retiró a sus aposentos para restaurar las cuerdas…
Pero ocurrió, que el material primigenio de las cuerdas, otorgado por el mismo Principio Universal a Tiempo y Regeneración, también había cesado…
Ahora todos los materiales eran mixturas de los ya existentes y que se habían salvado del mal actuar de Invierno…
Invierno por tal motivo, en algunos espacios tiempos, debe volver a esconderse, con el fin de recomponer su instrumento, pues se rompe en algún tiempo, de tanto usarlo; mientras sus hermanos en armonioso devenir, hacen sus nobles tareas con el beneplácito de sus padres; los que a esta altura, no quisieron tener más hijos; ya que la enorme responsabilidad frente al Universo, los había dejado exhaustos..
Confiaban en sus corazones, que en algún tiempo espacio, Invierno tras el ejercicio de la culpa, recapacitara en su crueldad y rencor; más también, porque a esta altura, estaban demasiado ancianos…
Vitelmina Ahuir