OSIRION PRINCIPADO DEL KA

Reconocimiento (17)

 



Reconocimiento...

(Cuento)

El sol del día era diferente… brillaba distinto… era como un ovalado disco naranja rubí, sobre el poniente…

Resplandeciente y portentosa luz del atardecer… Y fue… que por un instante se detuvo…

Gigantesca noria suspendida al filo mismo del crepúsculo otoñal… desistiéndose antes de entregarse a la total oscuridad…

Magnífica corona de colores ambarinos… venciendo el cetrino mundo de la cerrazón impenetrable y densidad agobiante…

Sí… el sol se había detenido…

Al filo mismo del vacío insondable y cruel de las noches sin estrellas… de los eclipses interminables de la fosforescencia…

La noche ya no sería con su halo inerte de miedos recurrentes y cubiertas enmohecidas…

Los grillos detuvieron sus guitarras y las cigarras ajustaron sus endurecidas patas, sobre alas de crisálidas dolientes…

Ningún sonido se escuchaba ya… todo se hubo interrumpido…

Los tambores de la aldea, se truncaron… no al unísono, sino como dispersos sonidos interruptus a medida que cada uno de los integrantes de aquel atávico baile, se fue dando cuenta de la diferencia…

El disco de la vida, se había demorado en su normal correteo y las sombras habían desaparecido… Absolutamente, todas…

La vieja hechicera, sintió el viento en su rostro, que sólo a ella… tan sólo a ella, envolvía como un sagrario de luz… cáliz de céfiros, hojas de árboles pugnando por volver a revivir… estrategia envolvente… que ascendieron sus pasos…

El soplo jugaba meciendo su cabellera negra…

No había percepción de suspiro enrarecido para nadie… sólo ella lo sentía, con la luz detenida…

Levantó su bastón de mando hacia el poniente, con su fuerte brazo de vendaval y estío bravío… y cayendo de bruces, comenzó  a entonar otro canto…

Ritual, litúrgico y viejo… tan antiguo como el inicio idéntico de la vida…

 

Era un sonido distinto, como la mezcla  de miles de sonidos no escuchados… y disímiles… pero consonantes…

Agradecimiento a la naturaleza, al cielo y la tierra madre…

Gratitud al aire de la vida… a las cuencas escondidas inmersas en la entrañas de la tierra…

La hechicera…  abrazó la tierra y enredó sus dedos entre la pastura…

El tiempo del reconocimiento de las estrellas había llegado!!!

Lo vio en el fluido líquido del cuenco integral entre los tumbs…  en el aire y en el cielo…

Y fue como el rayo sobre el tótem marcando la unidad, y sin la sombra…

Los tumbs de los antepasados, descansaban en silencio hacia el oeste…

Mientras los tumbs del renacimiento hacia el este, eran llenos de granos, de cosechas, de espigas, de frutos con sudor y esfuerzo…

Y el sol se había detenido… todo era concordancia y alegría…

La aldea se vería beneficiada con las fuerzas de la naturaleza… y volvìa a sentirse y a Ser la guerrera incansable de los senderos astrales, y del firmamento todo…

Sus grandes ojos negros de alondra de la mañana, se mezclaron con la visión de águila del día, de golondrina de la tarde, y de lechuza de la noche…

Todas las miradas, brillando en una expresión desconocida… e incomprensible…

Sintió que su corazón se detenía por un momento…

Pero lentamente, el púlsar de su propia vida, cambió su ritmo como el mismo rumbo del día…

Era una nueva ocasión de Ser en el camino largo y extenso que brilla hacia el cielo…

Posó la frente sobre la pradera ocre, entre la hojarasca crujiente del tercer tiempo, y con la humildad de la verbena, dio gracias al Espíritu eterno de la vida…

Bendijo al frío invierno que plantó tan nobles semillas…

A la primavera que cobijó los tiernos retoños…

Al febril estío que regaló su grano henchido…

Y sus ojos… sus ojos parecían dos enormes cavernas de tiempos sin tiempos… dos grande agujeros de insospechadas vidas…

 

Dos grandes pasadizos hacia  la eternidad…

Todo se había detenido…

Su largo y enmarañada cabellera, cargo la diadema de mil hojas secas dentro del torbellino… y su túnica, fue asistido por el blanco lienzo de las nubes henchidas…

Y fue… fue que levantó su mirada girando  hacia el oriente, insignia febril del amanecer del día… y una vez más, hacia el infinito proveedor de la luz, le regaló dos bellas lágrimas de alegría…

La fiesta de la luz, de la completitud de su alma, se aproximaba… y sería antes que el sol, volviendo a su cadencia, se entregara a la noche…

Vitelmina Ahuir

 


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