OSIRION PRINCIPADO DEL KA

Ilusión en Montmartre (5)

 



Ilusión en Montmartre

Cuento

Aquel atardecer, Adrianne tomaba la callejuela empinada, que lleva a la antigua basílica de Sacré Cuore, confundiéndose con la multitud…

Sus pinceles, su paleta en el raído bolso, además del viejo trípode, acomodado por tiras corredizas sobre su espalda, no eran pautas para llamar la atención en el helado Montmartre…

Aún abrigaba la esperanza, de poder captar los colores del atardecer, desde la explanada de la vieja iglesia, donde los copos de nieve se adherían de manera particular al abovedado techo… Luego, ellos iban resbalando con lentitud, a partir de la cúpula redondeada y su cruz, las que elevándose hacia el cielo plúmbeo, les brindaban aquella imagen ilusoria de deserción migratoria, entre las nubes pesadas y pomposas…

Tenía la ilusión, que no volviese a nevar ese día, de lo contrario, todo su esfuerzo, sería inútil…

Llevaba sus viejas botas de cuero, y una veste plomiza, que le llegaba a las rodillas…

Un gorro azul de lana que apenas dejaba ver parte de su rostro… unos mechones de su pelo oscuro saliendo por los costados, su carita ovalada y cetrina, más su nariz recta y sus grandes ojos cafés…

Por debajo del camperón, unos blue yeans gastados, translucían una delgadez marcada, como precinto de bohemia sin suerte…

Al tiempo que caminaba, la queda melodía de un piano adormilado, rasgaba el aire frío de la colorida Montmartre, que lentamente encendía sus luces de neón, reflejándolas sobre la blanca nieve de aquel riguroso invierno…

André la miraba salir todas las tardes, y regresar antes que la oscuridad se cerrara, dando espacio a otro movimiento nocturno, el que despertaba desde la Plaza Pigalle, y se acunaba en el  estrépito del Moulin Rouge…

Lo hacía sin ser visto,  desde el ventanal que daba a la calle, y del piso alto que ocupaba en la vieja casona de alquiler…

Cada día se preguntaba, cómo sería en realidad aquella muchacha de paso presuroso, mal vestida y con aspecto de mal alimentada… mientras solfeaba cada tecla de su apasionado Steinway de cola, laqueado y pulido que era su mayor fortuna…

Sus inmensos ojos azules parecían perderse en el reflejo de la laca superior, inmenso y espejado, espectro de la musa, encuadrado lugar, desde donde impetuosamente desnudaba dentro de su imaginario, a la pequeña desconocida… lentamente, con sus febriles compases vehementes de ardor y fuga… deseo indefinido de amor imaginario, con abrazos y besos de su pasión única e irreflexiva…

Un mechón de su rubia cabellera y por debajo del sombrero apenas inclinado, caía sobre la afiebrada y ancha frente, perlada de codicia y frenesí…

Su obsesión se desmenuzaba en compases y líneas, mientras el ignorado paso de Adrianne la retornaban a esta hora, a su lúgubre bohardilla, entristecida por no haber logrado su obra maestra en aquella tarde…

Adrianne se dejó caer sobre el viejo sillón, que había perdido los colores igualmente como los tonos  brillantes de su inspiración, e hipnotizada por la caída de los pizcas blancas, se sumergió en la música lejana y sin distinción de procedencia…

Las motas de nieve caían con la misma cadencia de las sutiles notas, dibujando sobre el vidrio sucio, de la ajada banderola,  imágenes que volvían a despertar la flexibilidad de sus dedos…

Se le ocurría que era una melodía propia, que la identificaba con lo que sentía por dentro, lugar donde el movimiento de sus manos se articulaban a partir de sus ansias de captar la emoción de lo que sentía…

Con exacerbación inesperada, se puso de pié y frente al lienzo, plasmó aquellas partículas de nieve que bailaban misteriosamente al compás de la música…

El amanecer la sorprendió, frente  al caballete, dando los últimos retoques a su tela…

En él se podían vislumbrar en detalles surrealistas, la cúpula de la basílica, las luces de neón, y en un rincón, en cada uno de sus detalles,  un desconocido frente al piano, ejecutando una obra única, obsesionado mirando los burdeles de París…

Un rubio mechón caía sobre su frente debajo de su sombrero, ligeramente inclinado y los profundos ojos azules aparecían hipnóticos sobre la laca de su piano…

Al amanecer, la vocinglería infernal de la casera, la despertó a su realidad…

Debía pagar el mensual, por aquel triste y desordenado desván en que muy pocas veces dormía… atacada por nostalgias de las que desconocía procedencia…

Envolvió su lienzo, cruzó la calle hacia el deslucido anticuario y lo canjeó por unas pocas monedas para acallar los gritos de la casera…

…luego se iría lejos, tal vez a Copenhague, a plasmar su vida portuaria…

Sí, sí, es lo que haría… hablando en voz alta consigo misma, mientras recibía aquel dinero…

Esa misma noche se iría lejos…

Ni bien salió, el extraño cuadro fue expuesto en la vidriera de la vieja subasta…

André paseaba su anhelo de encontrarla y abordarla para conocerla, en el atardecer de la concurrida calle que lleva a la basílica de Sacré Cuore… cuando vio aquella pintura en la vidriera del coleccionista… en que se miró, inexplicablemente, a sí mismo…

En instantes supo por el entendido en obras maestras, que la autora se marchaba a Dinamarca…

_Se dirige a Copenhague_ creo es lo que dijo_ Agregó entre otras cosas el vendedor…

André tomó el metro y se dirigió a la estación de trenes, y al llegar al andén,  uno de ellos se desplazaba lentamente en partida hacia Copenhague…

Tras el vidrio de la ventanilla, pudo ver el tan conocido gorro de lana azul… a la vez que Adrianne miraba con estupor, el largo mechón amarillento de André, surcar el espacio medio entre sus profundos ojos azules, espejos cristalinos, donde clavó sus dilatadas pupilas cafés y sin que saliera de su garganta un solo sonido…

André corrió por el andén de la estación, al tiempo que el tren circulaba cada vez más de prisa… luego se dejó caer en un duro banco de madera, mientras pensaba: que tan difícil sería encontrar aquella boina azul en Copenhague…

Vitelmina Ahuir

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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