OSIRION PRINCIPADO DEL KA

El espíritu del perdón (13)

 



El Espíritu del perdón…

 

(Cuento)

Kankana, el viejo indio, bajo el cobertizo de la galería de la antigua casona, fumaba su pipa mirando al horizonte…

¿Qué perseguiría su mirada? Era todo una incógnita…

Los pequeños párvulos de la aldea, comenzaron a sentarse a su alrededor, coreando…

_ ¡Cuéntanos un cuento, abuelo…!

_ ¡Anda, di, de esos que tus sabes!_ Insistieron todos…

Y así, el viejo indio, perdiéndose en su memoria, comenzó este relato…

_Hubo una vez, un viejo lobo de mar, que conocí en mi juventud_ Inició diciendo, y sacando su pipa de a ratos y otros volviendo a morderla, como si de ese acto, dependiera su memoria… y contrayendo sus ojos, para ayudarse en el recuerdo…

_Era su último viaje… _ Continuó_

El viejo lobo de mar, ya deseaba el descanso de tantas horas perdido en mares eternos, puertos exóticos y lejanos…

Deseaba llegar a su hogar… ya cansado de tantas andanzas y viajes…

Anclado su corazón en la añoranza de su lugar natal…

Una pequeña parcela de tierra lo esperaba… una vieja casona colonial… que había pertenecido a sus ancestros…

Él sólo quería cultivar un huerto con flores y también con frutos… y terminar sus años, en la paz y el sosiego…

Ya se veía la costa… nadie lo esperaba allí, sólo el amor por su tierra y los viejos recuerdos…

Su corazón estaba en paz… o por lo menos, fue lo que pensó…

Al llegar, llamó al viejo leguleyo aquel, amigo de tantos años, y procedió a repartir sus pertenencias entre los más necesitados de su terruño natal… se deshizo de todo lo que no necesitaba ya…

 

Y cultivó el huerto de nobles frutos y las bellas flores de sus sueños, y pensó así, que había cumplido con todo… y ante su vejez, se preparó para ir al encuentro con el creador…

Habían pasado los meses, en que el viejo leguleyo se había hecho cargo de la repartición de bienes… y de visita, un buen día, volvió con el resto…

El sobrante, cabía en una vieja caja de tabaco irlandés…

Dicha caja, en la que en su parte superior, tenía una bella brújula labrada, que parecía indicarle un nuevo sentido o una nueva bitácora de viaje…

Algo se agitó en su interior… era como un mensaje en el mar de los sargazos, una nueva misión, pero le pareció, estaría delirando…

El viejo marino abrió la caja y encontró en ella, tres cosas: el valor de un jornal, una alianza y su insignia de almirante…

Cosas del pasado, se dijo… nada puedo hacer al respecto… no puedo devolverlo a sus dueños… pensó…

También la insignia, pertenece al pasado… nunca la volveré a usar… se dijo en su interior…

Al poco tiempo, dejó el plano físico… y fue a reunirse con el gran Espíritu y sus ancestros…

Su jardín pareció haber revivido con mayor intensidad y era la provocación para que los niños de la aldea, fuésemos a jugar en él… pero todos temíamos a la zona…_ Continúo…

Un halo de incertidumbre y pesar, cubría el lugar como una visión fantasmal…

Flores multicolores y exóticas… frutos desconocidos y exquisitos al paladar, se ofrecían entre las mil una hiedras que se habían apoderado del lugar…

Toda una tentación para nosotros, tan pequeños…

Pero un pequeño y valiente indiecito, se atrevió un día a husmear por el viejo huerto… no sin un presentimiento de temor…

Y fue que lo vio…

Sentado, un anciano fumaba su mal oliente pipa de tabaco… se veía pensativo, triste y preocupado…

Kankana apenas hizo ruido para no sobresaltarlo, y muy despaciosamente, se sentó al frente en un pequeño tronco, a modo de asiento…

El viejo lobo de mar, levantó la mirada, y miró al pequeño indio, con un vistazo de mil mares lejanos, y su voz en saludo, se abrió como el murmullo de todas las aguas conocidas por sus ojos…

 

El almirante le extendió su caja de tabaco, indicando que la abriera…

Kankana no entendía en absoluto… miró y encontró este pequeño tesoro…  que les cuento…

_Necesito que devuelvas a sus dueños estas pequeñas  cosas_ dijo el almirante, no me pertenecen…

_Si deseas hacerlo, este jardín y la vieja casona, serán de tu pertenencia para siempre_ le dijo…

_Todo mi amor y mi alegría, yacen en este lugar_ Dijo el anciano marino…

Kankana pareció encantado en un primer momento… y sólo atinó a preguntar a quienes debía visitar para tal devolución… y donde…

_Pertenecen al pasado, dijo el almirante, pero yo no puedo viajar allí… sólo un ser de gran amor en su corazón y valentía puede hacerlo… y pienso que tú, reúnes esas condiciones_ Afirmó…

_Imposible ir al pasado, contestó riéndose Kankana…

Pero fue que un Espíritu se presentó de inmediato, mostrándole el camino… hacia el pasado…

Kankana estaba temeroso, dubitativo y hasta preocupado… pero la tristeza de aquel anciano, lo habían conmovido…

Tomó los pequeños tesoro, y emprendió el largo camino… mostrado por el Espíritu…

Pero antes de salir, el viejo marino le rogó

_Debe ser, antes que anochezca_ Dijo y volvió a sumergirse en sus pensamientos…

Kankana emprendió el camino mostrado por el espíritu…

A poco de andar, ante sus ojos, se presentó la imagen de muchos inmigrantes que trabajaban la tierra como esclavos para sobrevivir… pero había uno, sólo uno en particular, que le llamó la atención…

Sus manos sangraban profusamente, mientras cantaba una canción de su vieja patria natal…

Él atacaba la tierra con su viejo carpidor, mientras cercano a su hogar, un viejo y flaco lebrel perseguía a un conejo…

La que parecía ser su esposa, se mecía con un pequeño en brazos… estaba enfermo… y sin lugar a dudas, necesitaba medicación… para no morir…

Su madre tenía la vista perdida en la desesperanza, pero lo mecía acompasadamente, con todo amor… pero con idos ojos de locura…

 

Se dio cuenta del porqué del arduo trabajo de aquel artesano de la tierra…

Necesitaba el valor de un jornal extra…

Y fue que kankana entendió que para aquel labriego era el valor del jornal… y acercándose muy despacio, lo puso en la destartalada mesa del agricultor… y emprendió el camino trazado por el Espíritu…

A poco de andar, vio una mujer, sentada a la orilla del camino, sobre el puente de un pequeño arroyo, apoyada sobre una pirca…

Un destartalado carromato, yacía roto, faltándole una rueda… no podía continuar su camino…

Era una bella mujer… sin duda, se dijo a sí mismo…

Sus rubios cabellos ondeaban con el viento… idénticamente al trigo maduro…

Los azules ojos distantes sin mirar, observaban la nada del paisaje… como esperando un aliciente para continuar su sendero…

Sus manos curtidas por el sol, mostraban claramente la ausencia de una alianza…

Su anular mostraba un surco blanco en la textura de su piel asoleada…

kankana sacó de la caja aquel objeto, y sin que ella pudiese advertirlo, la colocó en su dedo…

Sus ojos cobraron vida, y prestamente se abocó a arreglar su viejo carro… para continuar su ruta…

Sólo quedaba un objeto… casi había cumplido…

_¿Para quien sería la insignia del almirante? _Se preguntaba…

Y fue, que ya siendo el anochecer, se encontró con un jovenzuelo, que partía rumbo a senderos desconocidos...

Sólo tenía un bulto atado a la punta de un báculo, con sus pocas y raídas pertenencias…

Ya era casi la noche… y no se veía más nadie alrededor… sin duda, la insignia era para aquel muchacho…

Sin ser visto, la dejó sobre el camino, mirando como aquel mozo, la levantaba y con rastros de alegría, la colgaba de su pecho…

Siendo ya la noche, el pequeño valiente, volvió al viejo jardín…

 

El viejo lobo de mar, se veía iluminado con mil rayos multicolores… y con un aspecto de felicidad inefable, que Kankana no entendía…

Sobre el viejo tronco donde al comenzar el día, se había sentado para conversar con el anciano, un viejo pergamino enrollado, atado con una cinta añeja y amarillenta, le fue indicado como pago del trato… sin lugar a dudas, la propiedad de la vieja casona…

Pero Kankana no entendía nada de lo que había hecho y el por qué se le hubo pagado…

Y fue, que el Espíritu tocó su frente y pudo ver el pasado de la vida de aquel viejo lobo de mar…

La figura del labriego había pertenecido a su abuelo, con su sacrificio por sus hijos…

Sus esfuerzos, sus alegrías y penas…

La bella mujer, había sido la esposa, a quien por un arranque de orgullo mancillado, entendiendo haber sido traicionado, le habían llevado a quitarle la alianza al momento de su muerte…

Y por último, a su padre… quien había soñado con la marina… pero por el nacimiento de un hijo, había postergado su sueño… nada más ni nada menos, que por él...

Y Kankana se sintió feliz… había ayudado al fantasma a liberarse de su gran carga…

Y lo vió subir, de manos del Espíritu… su cara relucía de felicidad inefable…  saludándolo,emprendiendola ruta hacia el vacío...

El pequeño indio, había desatado el pasado y el presente para aquel viejo lobo de mar, eran de liberación a través del perdón…

El perdón a su propia historia…

Y fue que esta propiedad pasó a mis manos… terminó diciendo el abuelo…

Agradecimiento de haber ayudado en la compasión, hacia a un ser atormentado…

_Ayudé a alguien a ser feliz y arribar a su paz y sosiego…_ Dijo el anciano indio…

Los pequeñuelos, prontamente volvieron a sus juegos…

El viejo indio Kankana, quedó con su mirada perdida en el horizonte, pero una expresión de paz, inundaba su rostro…

Y siguió mordiendo su pipa, hilando mil recuerdos, en paz y sosiego… pues desde aquel suceso, entendió claramente al amor del Gran espíritu… basado en la misericordia, el perdón… andariveles que llevan a la felicidad eterna…

La liberación de los errores…

 

El Gran espíritu le sonreía en cada flor y en cada fruto de aquel antiguo vergel, creado por el marino en aquella pequeña parcela de tierra, que lo cobijaba con amor… y para siempre…

El color del cielo que cobijaba al huerto, tenía el mismo tono de los ojos del marino… y el cielo parecía sonreír… como miles de olas cantarinas…

Miró la vieja morada de descanso de aquel hombre de mar, y sonriendo le susurró muy quedo… _Hemos cumplido… el Gran espíritu, nos abrazará… por siempre… a ti y a mí…

Y fue que una estrella fugaz, le sonrió desde el cielo…

 

Vitelmina Ahuir


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