OSIRION PRINCIPADO DEL KA

Idioma del Imposible (51)



Idioma del imposible

Cuento

París, cuna nido, florecido manantial de maravillosas obras de arte…

En un bar escondido entre los suburbios de sus entrañas, se reunía todo tipo de soñadores…

Pintores, poetas, escultores, y cuanto arte se pueda imaginar…

Atrapados en la bohemia escuálida e indulgente, de una juventud casi extinta, entre burdeles y resabios agudos de champagne burbujeante, y sin estuario seguro de contención, ni final…

El humo de cigarros penetrantes y nauseabundo, enrarecían el aire, formando figuras fantasmales, mezclándose con las burbujas del vino espumante y el ocre fondo de las paredes, mixtura de sentimientos, que pueden enrarecerse en la búsqueda del éxito o la simple entrega al descubrimiento de la vida…

El sol parecía detenido en las altas cumbres del mediodía, pero aún el aire sostenía, la densa cualidad infinita, de la noche sin límites, en un cuasi final transitorio, sin definición de tiempo u hora…

Line permanecía sola, contemplando la nada misma, en un rincón apartado el lugar, mirando el sol, apenas descubierto entre las nubes, cerca de la ventana del recinto, donde el aire se colaba por la hendija del vidrio roto, y pobre de los días sin gloria…

Pendiendo de un cordel, a modo de medalla, se suspendía su máquina fotográfica, tan antigua como la mirada de mundo mismo; solapado, extraño, como con pelechas de semillas eclosionadas y abiertas, tal los aires misteriosos y extraños al batirse la cosecha en la campiña lejana, antes de estacionarse…

Al piano, otro soñador interpretaba lánguidas notas, que hacían renacer millones de sensaciones desencontradas… alegres, nostálgicas, tristes, cadenciosas como los colores extraños de aquel invierno en la bella Montmartre…

Line se acercó despacio, casi sin pensarlo, bamboleándose al compás seductor de la música penetrante, se apoyó en el piano, en una dimensión, de la que no quería o podía salir; cuando de repente, el autor del sonido de las teclas, con un impacto agudo, la volvió  la realidad…

Line levantó la vista y lo vio allí, por primera vez, aunque lo había escuchado cientos de veces…

_Qué pretendes captar con tu artilugio_ Inquirió Luc, señalando con el meñique, la máquina fotográfica…

_Line, metiéndose muy dentro de sí misma, como abriendo las puertas hacia el abismo mismo, pensó un momento, y luego de masticarlo por dentro, lo que pareció el tiempo de una eternidad,  entre dientes y en medio de una sonrisa casi cómplice, contestó seductoramente:

_El éxtasis…

Luc, retornando al ejercicio de las teclas, sólo comenzó a entonar una vieja canción como respuesta: Un imposible…

Esa misma noche, line no durmió…

No podía comprender el porqué de las cosas imposibles…

Al siguiente día, se coló entre los bártulos semi acomodados de un destartalado coche, que viajaba a cualquier lado, puesto que eso no era lo importante; el éxtasis puede encontrarse tanto en el centro de París, como en la lejana campiña que surgen traspasados los campos elíseos…

Nunca recordó cuando se bajó del viejo coche, que continuó levantando una nube de polvo por el angosto y largo camino en su avance sin ella, pero allí estaba, al borde mismo de los trigales danzarines, cayendo el día, en una penumbra casi gris, del cielo encapotado…

Desde margen propio del sendero, se veía a los lejos la enorme torre Eiffel, con su luz penetrante, a modo de faro…

Respiró el aire, profundamente, luego de dejarse caer sobre el pastizal, cuando a su lado vio una pequeña flor…

Sus pétalos se movían con una danza extraña, que producía una abeja, mientras libaba de su interior, a la vez que un colibrí, batía las alas, acompañando la comprometida opereta circunstancial y de diminuto lapso…

Tomó la máquina, y obtuvo la imagen más maravillosa que hubiese soñado… pero no pudo la fotografía o captar con ella, el estremecimiento extraordinario de la flor, que sensualmente se movía, mientras daba vida a otros seres, como ella, imperceptibles…

Danza de sensual amor a la vida…

La lluvia mansa comenzó a caer, y un pétalo de la flor, se desprendió, la que Line guardó como talismán extraño y único, dentro de las páginas de su vida…

Al siguiente día, Luc descubrió sobre el piano, la foto y una nota:

_Existen los colibríes en Francia?

Desde aquel día, Line nunca pensó ni una sola vez, que las cosas son imposibles… tampoco Luc, que desde ese instante, borró del repertorio, la vieja canción; melodía aquella, que no volvería a mezclarse nunca, con el enrarecido cielo, ni a plasmarse en las paredes ocres de aquel escondido bar, en la vieja Montmartre…

Vitelmina Ahuir


 
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