OSIRION PRINCIPADO DEL KA

La Hoguera (30)




La hoguera…

 El cansancio viejo de la tarde, pinta ambarinas chipas en el poniente… tal crepita el susurro del aire, inquieto, que alimenta la hoguera persistente e inconmovible, con viejos y mustios árboles que se consumen con la misma prisa del fuego…

Lánguidas lenguas sujetas, al hogar como la tarde misma encordada se encadena  al otoño cetrino y crujiente…

Y se pinta el fuego con el pasado inerte e inaccesible, descanso último del leño que se quema…

A ciencia cierta sabe, que sin volver a ser árbol, sin retorno a la flor o el sendero largo que se cierne en la memoria… es el trazo finito e impertérrito de su vida…

Más las llamas, y las prístinas chispas coronan la rama ardida, en el cuadrado minúsculo del hogar, mientras el leve tono del perfume de la flor, el árbol y hasta inclusive su huella en el sendero errante, persisten…

Tal perdura el cuadrante en que se balanceaba, y hoy,  recrea feliz una vez más, en su estadio, el haber sido tenedor de la horqueta firme que mantuvo nido en brazos, cobijando amor, sincero y profundo, como su esférico y acomodado trazo… incluso, algún que otro polluelo…

Sí; esos que volaron lejos dejando su piar entre las hojas, en el aire y en el descanso de la tarde; que amarrada al otoño, deja  a esta hora, todo presente, y como sello distintivo, en el sutil aroma de la leña, además de la presencia de su fortaleza de árbol y de la fragancia de vistosas flores bellas… incluso resonando en totalidad, dentro del crujido de la llama, con la pisada del camino y su dibujo serpentino…

Cuando la espátula, recoja el último estar de las cenizas tibias aún, desde la hoguera, siendo el simple humus ferviente de la nueva vida, volará sin rumbo hacia a cada costa, a cada recóndito margen de todos los caminos…

Allá sabrá; comprenderá que la libertad no es innata de la tarde,  ni del otoño; ni estaba si quiera en el viento sutil, que siendo remolino inquieto, estaba aún sujeto a la dirección del viento…

Siendo todo, epístola segura en el destino futuro de la flor, del árbol, del perfume y del sendero largo que en algún lado termina… como su derrotero… y en el inédito potencial de su propia semilla…

¿Más el calor de esta hoguera, el fervor?

Ah!!! Sí, el calor!!! El corcel incorpóreo que lo anima… y no tiene más, que la rienda incandescente e intransigente que por rebeldía de ir contra del tiempo, en su onda exquisita, encuentra su armonía y se libera…

 

Sin dudas el ardor, ese sí, que nunca estuvo ligado a la fuerza insípida del  pretérito, tampoco al posterior devenir… ese mismo devenir que ató la flor al árbol, el árbol al otoño incandescente…  y el nido a la horqueta, más a los polluelos del canto, en su primer estilo…

Esa tenue vehemencia,  será por siempre parte de la luz impertérrita que alumbrará sempiternamente al sendero… volviendo a ser parte alguna vez, del ligero trote, brioso andar del corcel antiguo, que complaciéndose en su propio principio, se estrechará a  las cadenas nuevas, amarrándose  al árbol, en algún recodo del camino… 

Vitelmina Ahuir

 












 
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