OSIRION PRINCIPADO DEL KA

El arraigo...

 



El arraigo…

Cuenta la leyenda, que hace muchos años, Dios sembró un gran árbol en un páramo de la tierra…

Los Ángeles solían bajar por sus ramas, uno en uno, hasta que la tierra se fue poblando de árboles, semillas, y también de aves, luego de animales…

En cierto tiempo, dos Ángeles bajaron, pero uno de ellos se tardó un poco más en el descenso, debido a que sorprendido por las hermosas flores y frutos que el árbol brindaba, que no existían en el cielo, los fue recogiendo entusiasmado…

Pero al llegar a la base, donde las enormes raíces se ajustaban a la tierra, aquel que se tardó en llegar, no supo el rumbo de su compañero…

Se sentó un poco cabizbajo sobre una de las raíces, pensando, mientras degustaba los frutos, en qué dirección se habría internado su compañero…

Al principio, sólo esperó unos momentos, pero viendo que se acercaba la noche, comenzó a sentir un cierto grado de preocupación y desprotección, por lo que abrazando al árbol, le suplicaba entre sollozos, saber por dónde ir…

Pero no quería sorprender a Dios por su equívoca dispersión, y así, lloró en silencio, mientras las lágrimas rodaban como esferas acuosas y cristalinas, entre las raíces…

En su mudez, el árbol miraba con ternura su desconsuelo, pero sin poder articular sonido alguno, intentó despegar una de sus raíces para indicar el camino, no logrando su objetivo…

Tamaña empresa, le valió una ruptura importante en la base de su tronco, donde al principio aquel Ángel se guareció…

Gimiendo, hipando consternado en su tristeza, y  antes de elegir una dirección, sin saber, (contraria a la que había tomado el primero), durmió en su primera estadía en la tierra…

La tierra terminó de poblarse, y aquel enorme agujero guardó las cristalinas lágrimas de aquel ángel perdido en la oscuridad de la noche…

Pasaron los años, y aquella vieja herida del árbol, fue tapada por hojarazca y restos, que los vientos y lluvias iban arrimando a sus viejas raíces, quedando aprisionadas en su interior, las lágrimas cristal de aquel afligido Ángel…

Y fue que el árbol, con el pasar del tiempo, daba flores, que al llegar la noche lloraban una substancia amarga, por lo que ninguna ave anidada entre sus brazos…

La luna, cada noche se detenía unos momentos para acariciarlo, pero sólo conseguía que las flores empalidecieran cada día más, tornando de platinado brillo cada uno de sus pétalos…

Pero la sabia amarga, seguía corriendo por ramas y tronco, llegando hasta la base, nutriendo nuevamente de tristeza de todo la estructura del árbol…

Preocupada la luna por lo que ocurría, en uno de sus encuentros con el sol, le pidió ayuda…

Conmovido el astro rey, se detenía cada día a brindarle sus mejores rayos, pero sólo consiguió que aquellas flores se transformaran en frutos, los cuales, presentaban una dehiscencia particular…

Antes de madurar, se partían en dos, sin llegar a madurar las semillas…

Las aves no llegaban a saciar su apetito, pues la dureza de su centro, abarcaba prácticamente toda la pulpa del fruto, aunque ya no sabía amargo…

Era realmente una cuestión sin solución al parecer…

Sin saber qué hacer, las luminarias encargaron a los gnomos, que subieran bien alto en la copa, para preguntar al viejo árbol, el porqué de sus frutos inservibles, antes que Dios, lo encontrara en deficiencia y lo renovara dentro de aquel bosque…

Los gnomos sólo encontraron en los ojos del árbol, una expresión profunda de extrañeza, desprotección y pena, que tampoco supieron explicarse…

Pasó después, que llovió siete días…

Al bajar las aguas, los vientos corrieron…

Veloces los aires, desfilaron siete días del sur, luego siete días del norte…

Las raíces del viejo árbol quedaron totalmente a la intemperie…

Cuando los gnomos bajaron por fin, encontraron ese gran hueco, que se reproducía idénticamente en los frutos…

El árbol estaba partido al mismo medio…

Fue cuando entendieron, que la herida de aquel coloso, estaba precisamente entre sus raíces…

A poca distancia de allí, había algunos poblados…

A los gnomos se les ocurrió una idea que pareció brillante…

Se acercaron a los poblados, y robaron primero la pelota de un pequeño de del caserío norte, y la depositaron al pié del árbol…

Viendo cómo una niña jugaba con una muñeca de trapo, en una aldea del sur, en un descuido, también la robaron y abandonaron al lado de la pelota…

Pasaron los días, y justo cuando estaba por anochecer, los pequeños se encontraron con sus respectivos juguetes…

Sin darse cuenta que la noche se aproximaba, se entretuvieron jugando, parloteando y riendo…

Cuando se dieron cuenta, la noche estaba cerrada, pues la luna cansada, había olvidado levantarse ese atardecer…

Con miedo, y desprotegidos, los pequeños se metieron en aquel agujero del árbol, encontrando que unas raras esferas brillaban en la oscuridad, como faroles encendidos…

Jugaron toda la noche… como fue por todo el resto de la infancia…

El agujero se había convertido en una pequeña casa de juegos y refugio…

Por cada año que pasaba, una esfera luminosa se disolvía dentro de la gruta…

Siendo ya jóvenes, aquellos niños, encontraron que se amaban realmente…

El joven, con la última esfera luminosa, labró una gargantilla para su compañera, que ella lució por el resto de sus días…

Al prenderla alrededor de su cuello, la esfera brilló aún más…

Parecía tener interna, una dirección marcada…

Por más movimientos que la joven hiciera, la esfera siempre indicaba un ascenso…

Un atardecer, decidieron subir e investigar…

Tardaron toda la noche en hacerlo…

Al llegar a la cúspide, justo al amanecer, la luna brillaba sobre el horizonte con sus últimos rayos, a pocos minutos antes de salir el sol y empalidecerla por completo…

Las hojas de aquel enorme y viejo árbol, tenían un brillo que nunca antes en la tierra se había visto…

La vista desde ese lugar, era sin dudas, hermosa, el cielo parecía estar al alcance de las manos de los jóvenes…

Sentados sobre una rama, ellos grabaron el proyecto de su hogar sobre la cáscara del árbol, y bajo la sombra de aquel envejecido coloso…

A medida que el hogar se construía, el árbol iba cerrando la grieta…

Cuando la casa estuvo terminada, para sorpresa de los constructores, los frutos del árbol eran rebosantes y sanos…

Cientos de nidos albergaban aves de distintas procedencias, que piaban, chillaban, cantaban sobre las ramas…

Los Ángeles dispersos por toda la tierra vieron ese brillo y acudieron rápidamente, comenzando a subir y retornar al cielo…

Uno en uno, incluso aquellos compañeros que se desencontraron en un principio, ahora se abrazaban felices antes de comenzar el ascenso…

No muy lejos de allí, los gnomos satisfechos, bailaban con los sonidos del viento entre las hojas…

Vitelmina Ahuir


 
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