OSIRION PRINCIPADO DEL KA

El regalo de Agariid… (27)


El regalo de Agariid…

 

Corría el bisiesto tiempo,  del décimo cuarto año de Nuestro Señor, cuando la menguante luna, tenue y pálida en su luz, alumbraba aquella impenetrable noche, la cabalgata apresurada del último mensajero Nazarí de la tribu de Aben Hud…

Escurriéndose por las salientes, ásperas rocas de las paredes, hacia la ventana de los balcones de la postrera fortaleza del Zagal, el valiente heraldo, sin ser visto, como una sombra serpentina y silente, pudo entregar la misiva a su señora Agariid…

Era un mensaje de su amado Saleh…

Agariid leyó la misiva, donde Saleh le prometía su pronta llegada, más llevarle la rosa roja más hermosa que ella hubiese visto florecer, en aquel jardín de esperanzas que ambos recorrieran enamorados y felices: la Alhambra…

_La cortaré para ti, mi bella dama; emblema de mi amor eterno _ Rezaba con candor de alma noble y pura…

 

_Lo haré, tras que Castilla caiga por la imposición de la mano de Allah…

Pero la misiva llegaba como prendida a un presagio, antes del descenso de las límpidas estrellas ordenadas hacia el poniente…

A lo lejos, los fuertes cascos, sonando lúgubres por el camino angosto, hacían presentir las pesadas cabalgaduras de las tropas enviadas por la corona de Castilla…

Se escuchaban lejanas pero ciertas y seguras de la victoria sobre el reino musulmán…

El undécimo y último sultán había caído preso y sus tropas habían sido dispersadas a la diestra y siniestra de Granada…

Al tiempo mismo, los leoninos jardines de la Alhambra se teñían de oscuridad; gimiendo la ausencia del aladino coro, que terciando la sexta hora de la tarde, se hubo perpetuado en su última vez, bajo el sonido triste de la brisa otoñal de aquel inolvidable lapso…

Granada caía  bajo la oscura espada de Castilla y la Alhambra se sumergía en las sombras de la larga noche, para siempre…

Agariid, esperando el retorno de su esposo, había hecho labrar un anillo con dos perlas, que coronarían el retorno, más el largo y esperado encuentro con su amado Saleh…

Ellas lo cuidarían por siempre en la batalla, más el poder de Allah…

Traídas desde Makoraba con la fortuna del suelo, raíces entrañables de sus orígenes, más nacaradas por el mar de los juncos… las perlas brillaban como dos noches sin luna… tan oscuras como la suerte de Agariid y Saleh…

Nunca supo Agariid cuando cayó el puente que protegían sus sueños, como tampoco Saleh, en qué momento se vio herido de muerte, sólo y desamparado en los campos de batallas arrasados por los hispanos…

Y aconteció que Saleh, en su último aliento pidió a Allah, le recubriera de la dureza necesaria e impenetrable; cuán coraza que abrigase su cuerpo y sus sueños… para llegar hasta Agariid, una vez más… mientras sostenía en la diestra, la empuñadura de ébano de su espada y en la siniestra, apretaba junto a su pecho, una rosa, la más roja de los jardines de la Alhambra…

Al instante mismo, en que  Agariid, sosteniendo el añillo con las nocturnas perlas, en su diestra, suplicaba a Allah, la fuerza para volver a ver una vez más a Saleh, sosteniendo la carta junto a su pecho con la siniestra…

El viejo torreón carcelario del bastión de Granada, encerró los sueños de Agariid por muchas lunas, en su redondez de piedra compacta y vetusta…

 

Un desvencijado lecho y un noble Banu Sarray, traspasado una y otras mil veces por las lanzas, tallado en ébano, envuelto en un turbante ambarino, eran toda su compañía… más sus perlas color azabache…

Sería ajusticiada por bruja, antes que el día quinto, terminara la hégira en el mes del  Safar…

Sus días fueron de soledad y destierro, hasta que Allah, en la séptima hora del atardecer,  le susurrara al oído, las antiguas canciones de su raza…

Sus labios fueron pronunciando las bellas palabras y contoneándose en la cadencia de su canto y sobre sus descalzos pies, hora tras horas…

Extrajo ambas perlas del anillo, y con sus largas uñas grabó sobre el rostro de ébano del Banú… dos hendiduras, donde depositó las perlas, otorgándole la vista imaginaria de sus sueños… las que brillaban a cada amanecer… y que parecían, estar con vida…

Este se entendía, tal si al contemplarle en cada movimiento, tras la enigmática mirada de las perlas… la mirase con amor…

Agariid danzaba y canturreaba su enuncio de fe, hora tras horas… mirando más allá de la madera del Banu… al corazón de Saleh en su pensamiento…

_Aúh du bi lah… mina shaitani, rayim… bismilah hi rahmani raid…

El día del quinto del safar, llegó con en trino arrullador de los jilgueros madrugadores…

Agariid, conducida hacia la pira lista, llevaba en su dedo, un anillo vacío de perlas…

Los leños se fueron quemando, lentamente, lamiendo su piel, mientras Agariid miraba, buscando con bizarría, tras el ventanuco del torreón, las azabachinas perlas que refulgían a través del cristal sucio y deslucido… como dos potentes rayos…

Ella ya no estaba allí, sólo existía en la mirada de sus ojos, clavados en las enigmáticas perlas tras la lejana ventana… en su corazón y en su voz…

_Aúh du bi lah… mina shaitani, rayim… bismilah hi rahmani raid…

Al tiempo que se Agarrid se quemaba, el ébano del Banú ardía ostentosamente, al mismo tiempo; mientras que una roja rosa de los jardines de la Alhambra, se desvanecía en pétalos desde el centro del pecho de la negra madera oriental del Banu, frente a los incrédulos ojos de Castilla…

 

Cuentan los vientos de Granada, al silbar por los jardines de la alhambra, que Allah recogió con amor, desde las cenizas del ébano, dos perlas rojas, fundidas y unidas en forma de corazón, en que siguen brillando, el amor de Saleh, más las fueguinas pupilas de Agariid…

 Vitelmina Ahuir


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