OSIRION PRINCIPADO DEL KA

El Canto del Bosque (1)



El canto del bosque...

 

 

 

 

El canto del bosque con sus marañas de trinos, embargaron siempre el alma sensitiva de esta, tu india solitaria…

 

 

Ella se te escapa a toda hora para recorrer la soledad multifacética de melodías dinámicas esas que surgen de las entrañas mismas de la cerrada espesura… de la imaginación frondosa… que me alimentó y nutrió siempre…

 

 

Complejo de sensuales figuras que al pasar, acarician el pelo y los pies descalzos…

 

 

Briznas de jubilosas hierbas que crecen al parecer sin sentido ni destino, pero con la fruición altanera de simplemente querer existir… y encontrar las fuerzas para seguir, dentro de esta sublime e inacabable visión de la vida…

 

 

La pasión que inunda los trazos de energía que acarrean o llevan a puebladas extrañas de la magia de la existencia… donde los gorjeos de todas las aves se asocian con el silencio para convertir las alboradas iguales pero distintas, en un coro fanático de estentóreas melodías…

 

 

Soy esa criatura de la tierra,  aprendiendo la brujeril instancia de conocer la alegría de cada trino, y reconocer la esencia misma de la naturaleza primitiva… pero también del cielo, sus estrellas, y personajes que unen la heredad que piso, con el soberano cielo de las luces eternas…

 

 

Esa naturaleza que enciende la pasión que se vierte en todo lugar del cuerpo, cocinando las venas, los labios y hasta el pulpejo mismo de los dedos buscando depositar una caricia… que a veces me quema… y desgaja…

 

 

Fuerza de Gaia, que se hunde, y penetrando desde las entrañas mismas del ser, brota por mi piel y enciende la mirada como fuego, y que luego de ser llamarada, se convierte en el mudo y azabachino carbón, de mirada de lechuza que calla pero cuyo brillo acerado recuerda los ires y venires de lunas que hurgan los misterios de las noches en vela… persiguiendo el anhelo de amar y ser amada… por siempre…

 

 

Todo esto existe en mi bosque…

 

 

Zarcillos enredados en las puertas de las madrigueras, donde cada habitante se esconde sigiloso y respetuoso al paso…

 

 

Batracios por doquier, con sus tonos de bajos y contrabajos olvidados y somnolientos

 

 

Culebras sibilantes, lujuriosas reptando cual caricia excitada sobre las ramas perdidas de la nostalgia de silencio

 

 

Pasos ondulantes sobre cortezas de grandes árboles, que presenciando el paso por la vida, han aprendido a subir y subir, para ver la manifestación del sol y su bella sonrisa…

 

 

Quién puede entender a una criatura así, solitaria, que pisa la faz de la tierra buscando la intangible luz de gnomos, hadas , duendes y unicornios azules…? Solamente vos…

 

 

Y fue así, que esta india conoció la magia… y la magnitud magnética de tu mirada…

 

 

La sutil brujería del encanto de las flores y el cantar de las cascadas al dejarse caer descuidadamente sobre las procesiones detenidas, e interminables de rocas dormidas dentro del cauce del río lánguido que besando cada brizna, transforma su estancia en el aroma de flores sutiles, arrogantes y altivas…

 

 

Buhos de interminables sospechas y cuidado de ataques inexistentes… de cuidados de sus agujeros hogares, convirtiendo  su presencia en los custodios del conjunto insuperable de vegetación impenetrable… conociendo los misterios de la vida, del proceso… y la cosecha… que ya llega… y pronto…

 

 

Y así,  de pronto también, hace mucho y hace tiempo, se convirtió en la muchacha aquella, que también es hoy, y que buscó entre la maleza, algo que faltaba y que sin saber qué, el resultado de esa búsqueda, tendría que compartir la apacible contemplación y arrobo del bello espectáculo que su esencia femenina veía y ve a diario…

 

 

La compañía de la contemplación que urge dentro del corazón y del alma… y que la identificó en vos…

 

 

El bosque, las madrigueras y la concepción de la vida, aprendieron a aceptarme como un detalle más de todo el paisaje interno que te describo… pero seguí buscando entonces… aún, con más ahínco…

 

 

Al paso, las mariposas, queriendo dejar un detalle de alegría, adornaron mi negro pelo, mientras sentada frente a las tumultuosas aguas, en las cristalinidad de las corrientes, pretendí encontrar la figura guerrera que aquella vieja y hechicera bruja de la tribu, instalada en mi interior, vaticinara que llegaría a calmar la búsqueda y la sed interminable de amar la vida… en compañía de un par, que viera lo mismo…

 

 

Y pasaron las horas, estas se hicieron días y los días, años, haciéndose incontables, mientras la piel cetrina de sol y de luna, se curtió con los giros de las estrellas, una y otra vez bajo el firmamento profundo y misterioso….

 

 

Una noche serena, en que callado el bullicio de las aves, y las copas de los árboles susurraban una canción de cuna, con sus ronroneos de ramas dormidas, bajo la luz de la luna llena y redonda, te vi llegar… en un sueño y el sueño, se hizo realidad…

 

 

Un día cualquiera, mientras tirada sobre el manto espeso de pasturas perfumadas, y bajo el embrujo de las estrellas… tus tiernos brazos de guerrero furtivo, recogieron mis anhelos y la espera

 

 

Encuentros amorosos como los que ya, había visto cientos e incansablemente en el bosque imaginario… pero no había vivido… jamás…

 

 

Esa avidez de la vida, manifestándose en la ternura agreste de persistir, sin querer morir… ni declinar el cetro de la fuerza interna… que es piedra y fundamento de ser… aunque los embates de la vida, sean duros…

 

 

Y fue entonces, que te acaricié y te amé… y aquel sello indeleble de marca de pertenencia, se tatuó en la piel, y en las venas, y en el pulpejo de mis dedos para acariciarte…

 

 

Se prendió la luna del cabello de ambos, pero también se prendió la algarabía y la alegría inmensa de encontrarte una vez más,  para que me abraces, me acaricies, exaltes mi vida, sabiendo que mi pelo puede oler como la hierba

 

 

Y así, me lleves presente en tu alma, cada noche, cada día, como el bosque recuerda, que habrá un nuevo amanecer, y otro y otro, si solamente me amas…

 

 

Aunque la incertidumbre y los miedos, a veces me estrujen las entrañas… pero soy esa india, guerrera por naturaleza, que sentirá, vivirá y será lo que es, sin zarzas cubriendo su rostro, ni tan sólo el atisbo de esconder su corazón, que te lo entrega y te lo da a diario, porque sencilla y sinceramente, lo mereces… aunque a veces, la distancia me duela como la mordedura de mil serpientes… y muera y renazca mil veces desde las infinitas cenizas…

 

 

Porque así, te amaré mañana… y al día siguiente… te sentiré en el abrazo estrecho,  de todos y cada uno de los días…

 

 

Solamente esta visión que te describo, me acompaña a diario… para amarte…


Vitelmina del Valle Ahuir


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