OSIRION PRINCIPADO DEL KA

El Sendero del Infierno (40)


El sendero del infierno…

 

(Cuento)

A todos los espacios infinitos del Eterno, con sus escalas de brillo y sub escalas de oscuridad, había llegado aquella triste mujer, que quería describir los mundos y submundos con palabras…

Sus míseras ropas, desteñidas, desgarradas y mal olientes, eran la triste identificación de su paso fugaz por la vida… y de su desternillada humanidad…

Ella era la identidad de la miseria…

Había visitado todas las moradas del averno… todas y cada una…

El decadente limbo… zona periférica, donde todos los miedos ataviados con sus mejores y relucientes ropajes, insistían ansiosos en devorarse la desnudez de su carne… y clavar sus agudos y puntiagudos, garfios, en el corazón angustiado de aquel ser, que a diario miraba, las impolutas burbujas de hedor inconsistente, de caminos, donde la angustia era su más valiente y fiel compañera…

Esa señora  verde gris, de desdentada boca, quien socarrona reía estruendosamente a cada paso a tientas, en los que ella procuraba dar en firme cada paso, y aún así, sus humildes pies, no lograban dejar de trastabillar, una y otra y otra vez… y otra vez…

La angustia era hermana de la soledad y también de la miseria… y en algún momento, sin saber cómo y porque, se unieron al triste cortejo de su andar lento y pesaroso….

A cada vuelta de cualquier esquina rogaba fuese el último tramo… tanto era su pesar y su cansancio… que deseaba detener en un solo giro, la inútil resistencia de días tras días, que parecían inútiles y sin tino… sin significado para nadie, ni siquiera, para ella misma…

Procesión inefable de congoja insuperable, decadente e interminable vida…

Pero aún no era su hora… había más… algo que no podía terminar de comprender…

Alentaba diariamente esa búsqueda, luego el encuentro de “el significado”…. Nada más ni nada menos, que de la vida…

¡Algo! ¡Algo! _Se decía… _ ¿Qué?_ Su gran interrogante, su eterna incógnita…

Una profunda oración nació de las entrañas mismas del alma…

_¡Señor! ¿Qué más, para poder ir tras de tí?

_¿Qué más, para dejar los caminos polvorientos, lentos y agobiantes?

_¿Qué más, que no me deja desistir, y en cada uno de los más  fuertes embates, tu etéreo apoyo me viste de un deseo que no me deja reclinar el pesar, en tus amorosos brazos y darme por vencida ante tí? ¡¡¡Quiero hacerlo!!! ¡¡¡Quiero desistir!!! Y el llanto cubrió su rostro…

A su memoria venían en lentitud, las enseñanzas de los cuentos…

_Si tan sólo se pudiese atravesar el muro indeleble de la fantasía por siempre, sería feliz… se decía a cada instante… pero su fantasmal humanidad no se lo permitían… sólo eran lapsos…

 

-¡¡¡Soñar!!! ¡Señor! Tan sólo soñar… Es lo único que me has dejado en este humano corazón, y aún así, no puedo llegar a ti… ¡¡¡Cierra esta etapa de agonía!!! Déjame ir tras de ti… sollozó…

Pero nada, ni nadie, parecía escuchar sus gritos desgarrados en el más oscuro y denso silencio…

Las danzarinas llamas del averno, hacían crepitar su piel, tomando trozos… y a cada uno que hubo perdido, el lacerante dolor se sumaba al anterior, uno con otro… haciéndose imponderable e irresistible… reverberando…

Pero también los cuentos a veces extrañamente son eso, sólo cuentos y fantasías perennes que alimentan las sombras incansables de lo que no somos y lo que nos falta, se dijo a sí misma… Tratando de desdibujar la ira inefable e inenarrable de las cosas no redimidas y jamás conseguidas…

Inútil era llorarle al trío cruel de aquellas siniestras hermanas…

Posesos personajes de iracundia y pobreza deleznables…

La angustia se haría la desentendida, la soledad le mostraría los descarnados caminos y la miseria le enrostraría el indeleble tiento… yugo aterido de horas vacías, sin fin y de desnutrida belleza… que anclaban su corazón congelado de frío interminable….

Carestía, falencia y destierro… acompañaban de cerca… con sus lúgubres alaridos… a las tres inseparables consanguíneas…

El aire denso, enrarecido por la crueldad de los sinsabores, había tomado el cetro victorioso del cansancio y la inexpresión…

_He conocido tantas ciudades… se dijo… _En ningún lugar hay albergue para mí… ni cobijo permanente…

La ciudad de la evasión, posiblemente fuese la más bella de todas… con sus seductores paisajes imposibles…

Esa donde los pesares se pueden vestir con las ropas más bellas, y sugerentes…

Donde la armonía reina sin final y el equilibrio es la moneda corriente con que se paga la estadía acuciante, pero en cuya tardanza se mece la también la cercenadora espada del crecimiento interno, que sólo existe con el dolor y la pérdida…

Ella no poseía esa divisa… nunca la había ganado…no supo hacerlo, y por lo tanto, no podía pagar… y así fue desalojada…

Intentó en la ciudad de la hipocresía, donde los encumbrados personajes sólo prometen la luz interminable de la esperanza fallida… sabiendo que la esperanza sólo radica en el esfuerzo infinito, y así hubo entendido, que por momentos,  también se declina, una y otra y otra vez…

-Es el impulso incontrolable de la búsqueda, lo que lleva a pararse, también una y otra y otra vez… se dijo a sí misma…pero estoy agobiada… quiero desistir… imploró…

Asistió a  la ciudad de la inercia, en cuya bacanal orfébrica, le fueron ofrecidos los placeres interminables, de la holgazanería pantagruélica, sabiendo que allí radica la morada de la necesidad… y tampoco su mendicidad errante e insaciable urgencia interna… sería satisfecha… debía continuar…

Entró en la ciudad del orgullo, donde al parecer, el triunfo o los oropeles dorados, no calman la solícita presencia de las hermanas del trío errante que la acompañaba por siempre…

El oro y las riquezas, y ni siquiera el reconocimiento… sobornan al trío indigesto de hermanas enlutadas…

Caminó la ciudad de la derrota… cuyos personajes ostentaban su lástima, pena y persecución de la conmiseración del mundo… contención de  inútil debilidad…

Allí todas las habitaciones estaban ocupadas, y luego no tendría tampoco, donde quedarse…

Era la ciudad del fracaso… donde asistían las figuras del yo no puedo, no sirvo o no llego… Ocupados por los negligentes, y así, nunca no pudieron escuchar su pedido de cobijo…

Pasó por la ciudad del desconocimiento de uno mismo… en que los personajes no podían conectarse con su identidad divina, y allí supo que sólo se trata de un tiempo perentorio, en que visitar todas las ciudades es el trabajo eterno en cada vida… en que sólo se puede cargar con la cruz del peregrinaje, y nada más… sólo el propio cuerpo… y la memoria de las experiencias… que nunca son suficientes para no volver a cometer errores…

Errar es como aquel jardín que cuidé se dijo, es tarea de a diario… extirpar  toda maleza… y el cansancio de desterrar espinas, también la hubieron angustiado más… nada nunca es suficiente, se dijo…

Llamó a las puertas de los habitantes de la ciudad del desdén… donde sólo unos pocos libran las batallas y las ganan… sin siquiera contagian la valentía de la insistencia…  y allí se quedaron, sin escuchar los llamados de la mendicidad de nadie…

Demasiado ocupados en sus laureles, que lustraban una y otra vez…

_El desdén es el ropaje más lujoso, pero el más mezquino, interpretó…

Cansada se sentó atisbando las ventanas de la ciudad del desamparo…donde la gente muere de hambre, sed de amor y enfermedad eterna… con cuerpos calcinados por los errores… sin que nadie pueda amar la necesidad… y allí entró sí, sólo a compartir lo poco que llevaba consigo… unas palabras de aliento… y un abrazo nacido del corazón…

La ciudad de la violencia parecía una impenetrable selva… sólo se puede pernoctar si se está dispuesto a morir o matar, entendió… es donde cada habitante destruye a los demás como si fuese dueños de la vida de los otros… donde los luchadores son los esclavos del César… y la vida no tiene significado y su precio es nada…

No tenía fuerzas para semejante reto… debía continuar… en algún lugar, podría cobijarse…

Unos kilómetros más, y la ciudad de la deshonestidad, apareció ante sus ojos…

Aquí la moneda corriente son el yo primero, yo segundo y así en la infinita progresión… y tampoco tenía fuerzas para correr ese desafío… se dijo… era mejor caminar lentamente, atendiendo cada señal...

Las gradas estaban completas… y no quería luchar por ninguna…

En la ciudad de los arribista, los gritos eran tan feroces, que tampoco pudieron escucharla… cada habitante era un peldaño útil para subir, cada día un escalón más…

No es preocupante allí a quien se pisa… y estoy demasiado dolorida para pedir asilo aquí, se dijo…

De pronto luces portentosas anunciaban la ciudad de la lujuria donde hombres y mujeres se dan al placer momentáneo para olvidar los orígenes por los cuales su condición de géneros han sido instituidos… del amor mutuo, el eterno sostén de corrección de la humanidad que acucia… y sus maneras no podían ofrece nada a los parámetros de oferta y demanda de tan particulares parajes… y siguió su camino…

En la ciudad de la opulencia donde figurar es la premisa inconsistente de días interminables… no tenía nada para ofrecer… y así continuó con su cansancio…

La ciudad de la gula parecía extraordinaria… donde comer o degustar los afrodisíacos alimentos o vestir las ropas más lujosas son la prioridad absoluta… pero se encontraba sin una mísera moneda con que pagar…

En la ciudad del control y la manipulación, donde el más débil depone y somete su actitud frente a la soberbia del conocimiento, pero nunca de la sabiduría… ningún concepto tenía para aportar… y así siguió…

No podía entrar a la ciudad del habla, sus oídos estaban muy lastimados para la escucha externa, ya demasiado diálogo tenía en su interior… las palabras vacías de entretenimiento externo, para no mirar a la pobreza interna, interminable, anulando la visión de lo que realmente se es…

Estaba segura no sería escuchado su pedido de auxilio…

La ciudad de las familias perfectas… en que la competencia del reinado  de los clanes son separatista de la raza y familia universal como única… a esta altura, no era su lugar, se dijo…

 

 

El cansancio en este tiempo… no podía compararse con nada que hubiese conocido…

Mezcla de desaliento infame, deterioro físico y tristeza…

Y así fue, que en su larga trayectoria se encontró con otro Ser que también había transitado los mismos caminos… había llegado quizás antes, no era importante…sólo alguien en las mismas condiciones…

Se detuvo un momento para mirarlo… lucía idénticamente a él… sin duda otro poeta o loco, o huraño social, ermitaño como eran llamados en todas las ciudades… y se sentó junto a él…

Sólo bastó mirarse un momento… ya la vida, no parecía tan solitaria… ni despreciable…

Bastaron pocas palabras para comprenderse… ambos habían visitado todas y cada una de las ciudades lejanas… y sólo quedaba el cobijo de las estrellas…

El manto eterno, que nada cuesta y cubre a todas y cada una de las ciudades, cuando el miedo a dormir en la intemperie, ha desaparecido… y sólo se necesita una visión idéntica de las cosas… una compañía de último tramo…

Y fue allí, que entendieron que había cientos de mansiones del altísimo sin ocupar aún… que presurosos todos los seres, los múltiples habitantes sólo visitaban las más bellas en principio… tal cual los frutos más bellos de la naturaleza, que son venenosos… sabrosos por lo momentáneo… pero nunca de satisfacción absoluta…

Y recordó las palabras del maestro Jesús: “Ancho es el camino que lleva a perdición… angostos y escondidos los caminos que llevan a mi Padre”…

_Nunca las de caminos estrechos y polvorientos… son fáciles de recorrer_ se dijo a sí misma…

_En ellos acompaña siempre el “trío oscuridad”… interpretó por la presencia de las hermanas, soledad, angustia y miseria… que a esta altura, habían desaparecido misteriosamente…

_Nunca la nobleza, ni el principado visita los suburbios inestables… Sólo mal olientes y tóxicos fantasmas y demonios, que contagian el ánimo de los demás con destellos de muerte, de fatiga, de enredos que no llevan a ninguna parte, sólo a la depresión el hastío y la incomprensión…

Pero en minutos, se dieron cuenta que se habían equivocado…

Entonces recién vieron los Ángeles caídos…

Aquellos que quisieron caer, precisamente en ayuda y asistencia de todas las ciudades, y porque no de los huraños, los mendigos, los solitarios, los que nunca se dan por vencidos…  y siguen tras la perfección cada día… y cada día luchan por buscar los por qué de la vida… en humilde asistencia mutua…

Recién entonces comprendieron la asistencia dentro de la depredación inútil… de un mundo que juzga y se duerme a cada instante… y por primera vez, se vieron desnudos…

Recién entonces, cuando hubieron vestido todas las ropas de las mendicidades, se convirtieron en príncipes…

Y fue el  momento en que dispusieron que tampoco aquellas ropas eran suyas… sólo devenidas del amor universal y del Altísimo…

Que la mendicidad había sido un instante y el principado era la corona de espinas más gratas que podían ostentar… porque sabían acomodarlas sin que produjeran sufrimiento y heridas… a ellos, ni a nadie…

Ya no era posible desandar los caminos, solamente podían ofrecer destellos de fe y amable comprensión…

Sus principados eran humildes comarcas para peregrinos idénticos a ellos…

La desnudez embriagaba esta ciudad de nobles designios… y no era censurada ni siquiera cuestionada…

Las heridas eran limpiadas con honestidad y amor incondicional…

Lavaron sus ropas… sin aceptar entonces las magnificencias…

Y estas se volvieron níveas y claras… brillantes y perfumadas…

En su alegría, divisaron, en ese preciso instante a múltiples poetas…

Se dieron cuenta que los poetas deben, por designio divino, inculcar el camino de los sueños, de la esperanza, de la fe, de la alegría… y de allí en más, sólo usarían sus palabras para pintar la gloria inefable de la vida…

Y pintarían Ángeles… gaviotas y delfines… y a medida que pintaran, curarían sus cansados pies, sus laceraciones… y se amarían sin medida ni límites…

Desplegarían mariposas, esculturas de pesebres, de vírgenes y apóstoles…

Decorarían cielos con Ángeles negros, blancos, amarillos y rojos… como todas las razas…

Y nuevamente para la sixtina habría un Miguel Ángel…

Y para la “creación” y el génesis un nuevo Leonardo…

Y para las medidas un nuevo Newton… pero nunca más pintarían ciudades despojadas… ni infiernos, ni purgatorios, ni siquiera limbos…

No sería necesario… En ese hito, sólo había que sembrar luz…

 

Habían entendido que las ciudades angelicales son recintos de gloria… donde asisten los maestros ascendidos, los discípulos con ropas blancas de la humildad del aprendizaje diario, los guías, y entidades celestiales… y allí descansaron sus cuerpos y almas…

Donde cada cual nutre la vida con servicio eterno hacia los demás…

Donde la asistencia es solícita…

Donde lavar los pies de los peregrinos cansados, como ellos estuvieron, es la urgencia inmediata…

Y ya con nuevos bríos, volvieron a las mustias ciudades… como bandadas de palomas… y dibujaron cuadros, carteles indicadores, erigieron iglesias de maestros virginales… y trazaron la política de Platón, donde gobiernan y guían socialmente los sabios… y describieron la epopeya de la vida…

A esta altura, ya eran casi ancianos…

Nieves de fríos interminables, adornaban sus frentes y rostros…

Y así, elaboraron el pan de la concordia, de la amabilidad y del respeto… para servir a quien quisiera entrar a este mundo de servicio y asistencia permanente…

También entendían, que sólo requerirían ese pan, mendigos con hambre y sed de justicia divina… los que no censuran, los que no castigan, los que eternamente se sonríen en la humildad de ser sólo humanos… nadie más…

Comprendieron que las ropas blancas eran indicativos de depredación absoluta… como lo dijera el gran maestro: “Deberéis ser astutos como la serpiente y mansos como las palomas”…

Entonces se volvieron cuidadosos… sabiendo que sólo se tenían a ellos mismos…

Y así fue, que los poetas interpretaron también, que allí era sólo el oasis final en el largo camino, donde también existía el Dante, Virgilio, Homero y que los poemas nunca murieron… como tampoco murieron los poetas… ellos son los sonidos potentes de asistencia perfecta e infinita… que como el Gran Maestro de las parábolas, son íconos del camino para seguir…

Y encontraron como amarse, respetarse, en la salud como en la enfermedad, en la abundancia como en la pobreza, aprendieron a amarse más allá del límite de las ciudades del camino… Aprendieron a amarse en el oasis intermedio, anterior al llamado del Altísimo a su reino… era la última instancia…

Habían comprendido que el servicio, entre ellos y los demás, era la última llave anterior y única para llegar a las puertas finales… al Amor…  Arca indestructible, inconmensurable de amparo y cobijo eterno…

Vitelmina Ahuir

 


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