OSIRION PRINCIPADO DEL KA

La música (32)


La música…

Es tan difícil describirla como inútil es describir todas y cada una de las fuerzas del cosmos… los motivos de la naturaleza, la concordia del arco iris… el impulso de Dios, con su infinita radiación y oscuridad… la promoción de su infinita y gloriosa hechura…

A veces sobreviene como un inmenso cincel, que esculpe seriamente al alma… la enaltece, la eleva, hasta alcanzar la mismísima gloria…

… otras… la desgajan, hasta sensiblemente quedar diluida como un grano de sal en una copa de agua cristalina…

Manantial que resbala por la piel, y también por esa piel inexistente que no tiene radicación ninguna, pero que vive y late…  muy dentro… muy dentro…

 

Cascadas de aguas tibias o de lejanos deshielos de montañas…

Es esa particular llave, que abre la puerta a cada uno de los sentimientos guardados, sentidos, expresados, atesorados… simplemente, dormidos…  porque al lugar que llega, están todos y cada uno de esos sentimientos, como personajes indelebles, desdibujados… contorsionistas de un escenario casi difuso, a partir de una bruma inextricable, difusa y sempiterna…

Pero ese sueño, es una latencia…

Y al golpe de cada sonido, cada sentimiento como semilla adormilada, que de repente y en segundos germina, alimenta un frondoso árbol, que pretende asomarse por los poros, envuelve como hiedra y musgo… se adhiere por dentro y fuera, intentando escaparse por los ojos…

…y son los ojos, los que se despliegan en pétalos de flores, llegando a sentirse el perfume… y tan sólo, confundirse con él… o habitar temporalmente, en él…

A veces, antes que comience, invade un temor irresistible de contener… un frío imposible de abrigar… un alud de nieve imposible de acaudalar…

… es el inicio,  que se vuelve preludio o presagio, y eriza la piel, agudiza otros sentidos, tal cuando abres una carta y no sabes qué noticia tiene, o qué te trae, y se sabe que la ha de procesar una inteligencia que es severa… impertérrita, que no se deja sobornar, ni troquelar por conmiseración o nostalgia…

… pero en esas particulares circunstancias, el corazón no quiere escuchar y se  tapa los oídos, pues sabe que sangrará, por horas, desgajándose, como un árbol viejo que lentamente se va difuminando en el tiempo, ya que  la naturaleza necesita nuevo espacio para nueva vida… y debe dejar el escenario de la existencia…

…y sus raíces son tan profundas… tan profundas….

… tan hondas, que llegan al centro mismo de la tierra… y arrancarlas sería como partir el planeta en trocitos pequeños, en diminutos terrones, casi como el polvo mismo…

…polvo infinito de estrellas que ya no existen… ni son… y están en la diestra del Padre…

Y esta raíz escucha muy quedo pero insistentemente: “del polvo eres y al polvo te retornarás”… y sabe que será un enorme agujero negro, una galaxia extinguida, un pasadizo a la locura de no ser…

Las notas hilvanadas, tienen ese presagio de ventura radiante, o de aridez, que hacen vibrar cada cuerda interna…

… y termina siendo un avenencia interminable, que nos acurruca, en algún rincón que la mente misma  prepara para cobijarnos, pues de lo contrario, un vendaval riguroso, se llevará hasta la última estructura posible, donde uno se guarece…

 

… mostrando que estás a la intemperie ante un cielo enorme y antojadizamente profundo… tan profundo, que se desconoce el límite…

…sobre una playa desconocida, donde tampoco es posible contar todos y cada uno de los migajas de arena que se pisa…

Y existe alguna nota en el compendio, alguna palabra en el expreso del poema, que puede dispararte hacia cualquier lado…

…y en ese lado que describo, es el confín de la intimidad de uno mismo, que ni siquiera sabemos dónde está… pues no tiene espacio definido, ni tampoco tiempo… pero que nos hace juntar las manos sobre el pecho… en imploración a Dios o gratificados inmensamente  ante su bondad infinita…

Bien y gracia inconmensurable, que arranca lágrimas…

Pero las lágrimas también son tramposas, porque no saben definirse o identificarse con la alegría o la extrañeza… la nostalgia, el recuerdo, la ansiedad, el deseo, la caricia, la distancia, la cercanía, lo yuxtapuesto… la comunión, la síntesis…

Y resbalan… lentas, impertérritas…y cuando resbalan por las mejillas, llegando al mentón… son imposibles de retener… y a veces corriendo raudamente hasta el pecho, por el canal del centro… buscan en su indeclinable fuerza gravitatoria, ese lecho, como arroyuelo temporal que va buscando el nido mismo de la vida…

Senderillo  constante que liga el corazón, al que quiere limpiar y sonreírle, uniéndose con el ombligo…  como si este fuera cuna, despertando el arrullo máximo de una gran madre que nos canta y mece… nos mece y canta…

Y esta madre es como un lago azul,

que espeja todas nuestras virtudes

y guarda nuestros defectos…

lecho de barro, espejo azul cielo…

zarzas viscosas y nubes  de cielo…

…oscuro fondo… rocío nuevo…

nuestros amores, y sus desiertos…

pues como el mundo, es bueno y feo…

Y son las notas, cada suceso…

 

Y todo arpegio rota lo inmenso…

Y toda cuerda sumerge al verso…

Tiene la virtud de impulsar un tsunami

que desdibuja la costa,

o la belleza inefable de transportarnos

hasta el jardín inmortal y edénico,

donde nace el principio de las cosas…

…unas llegando en bienaventuranza

o partiendo hacia el destierro… 

Vitelmina Ahuir


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