OSIRION PRINCIPADO DEL KA

Kosiuk y Kasia (41)



Kosiuk y Kasia

(cuento)

En aquella aldea, todos eran felices… las risas se escuchaban hasta los confines mismos de sus límites, donde en el corazón noble de los mayores, rebozaba de paz, mientras, arrancaban los frutos de la tierra, y así viviían en armonía con la naturaleza y la serenidad de los tiempos… en equilibrio…

El sol como todos los niños, jugaba dibujando con sus tiernos rayos, a través de las hojitas de los árboles…

Formaba diminutos aros dorados sobre el suelo, que la traviesa brisa se encargaba de mudar, ajustando sus pícaras caricias y sonrisas, disfrutando en desplazarlos, aquí y allá…

Los pequeñuelos de la tribu, perseguían las figuras, y nuevamente el sol, volvía a trazar nuevas imágenes, para las criaturas… pero así, sucedió que feliz en su juego, olvidó esconderse….

De a poco, la tierra, sin la presencia de la luna y la noche, comenzó a secarse y los sabios de la aldea comenzaron a preocuparse…

Los geiseres reventaron desde las entrañas de la madre tierra, abriendo enormes cráteres de calores envolventes… y lentamente las plantas se fueron secando…

Los brujos sabios de la tribu, sentados en ronda, alrededor del fuego sagrado y eterno, rogaron al creador por nuevas lluvias… y que el curso de la naturaleza volviera a ser como siempre… como lo habían conocido y cuando eran felices…

Los Ángeles preocupados, saltaban sobre las nubes, para exigirles la humedad… pero esta era escasa para tanto descalabro de la naturaleza…

Araziel, tomó varios cuencos, y procediendo a los estanques de los cielos, corrió presuroso por más agua…

Deslizándose por un arco iris, llegó al borde de los primeros incendios, y comenzó a apagarlos…

Pero sucedió, que el sol, apesadumbrado y abochornado por su error, justo en ese momento, se escondió en el poniente, y así, el arco iris, despareció…

El tierno Ángel, quedó atrapado sobre la faz de la tierra, sin poder regresar al cielo… y muy tristemente, lloró…

Los indiecitos lo encontraron, compungido y con las alitas rotas por la caída…

Kosiuk, el más valiente de la tribu, junto con su entrañable compañera Kasia,  ataron siete fuertes osos grises con un resistente yugo, y rogándole un rayo más al sol, con cuya luz se formó nuevo arco iris, donde subieron a cada uno de sus amigos osos, sobre los andariveles de cada  rayo de color…

Kosiuk acomodó al Ángel sobre sus hombros, y emprendieron su viaje al cielo… con su compañera Kasia… juntos irían a devolver al bello Ángel a su lugar de origen…

A medida que iban ascendiendo, el Ángel cortaba estrellas para alimentarlos… y los osos, al igual que Kosiuk y Kasia, se iban tornando cada vez más sutiles y brillantes…

Cuando arribaron a los cielos, los días habían pasado y los niños miraban cómo sus familias se preocupaban por ellos… ya casi no quedaban elementos para comer en la aldea, y la sobrevivencia, estaba en el límite del imposible…

Querían retornar con sus padres, amigos, también con los sabios de la Aldea, pero eran tan livianos, que no podían bajar…

Y así fue, que en medio de los cielos… tristemente, lloraron…

Los Ángeles corrían de un lugar a otros, sin saber qué hacer… querían devolverlos a su vida, pero no sabían cómo hacerlo…

Con sus diademas, fabricaron una carretela, engarzando un par de nubes por aquí y por allá… y la carroza para Kosiuk y kasia, estuvo terminada…

Subieron a los niños, pero ésta,  aún así, con este nuevo peso, descendía…

Kosiuk secó las lágrimas de kasia, y le habló sobre no pensar en ellos mismos… era inevitable, estaban atrapados en el cielo y debían pensar cómo ser nuevamente felices… se tenían el uno al otro… nadie más…

Pensó que la carretela bien podría servir para llevar el agua hasta los confines de la tierra… y que si se apresuraban un poco, un año sería suficiente para recorrerla completamente, y así el tiempo no pesaría sobre sus corazones… si estaban ocupados, la extrañeza no los mortificaría…

Y fue así, que llevando el agua a cada estrella, todas y cada una de las noches, estás sirvieron para esparcir la humedad como rocío, y los tiernos retoños de las plantas volvieron a revivir… y crecer…

¡¡¡La tierra se había salvado!!!

Desde los cielos, veían como animales y humanos, entre los que se encontraban sus familias, eran felices… entonces, comprendieron que todo era mejor así…

Supieron que siempre el sacrificio por lo que se ama, es el valor más alto… el más valioso e incalculable importe  existente en la tierra… y el  único precio que tienen de sí mismo para brindar…

Y acompañados por los Ángeles, volvieron a conocer una nueva manera de ser felices… para siempre…

Vitelmina Ahuir


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