OSIRION PRINCIPADO DEL KA

El Tiempo y sus Hijos (38)


El tiempo y sus hijos…

(Cuento)

El tiempo y la naturaleza tras su inmenso amor, engendraron cuatro bellos hijos…

Desde temprana edad, los cuatro mostraron ser totalmente diferentes…

El primer hijo era sobrio, enjuto, melancólico, sombrío y de mirada angustiosa…

Su solitaria presencia infundía tristeza, contagiaba soledad y cubría las horas de desesperanzas y miedos…

La segunda, vivía en despreocupada libertad… soñadora, imaginativa, y llenaba el alma del tiempo y la naturaleza de eterna dicha y alegría… era como es de suponerse, su eterno cascabel…

El tercero, magnánimo, generoso y alocado, transcurría sus días, pensando en cómo beneficiar al hogar de regalías y abundancia…

El cuarto, como buen pintor, diseñaba colores, enigmáticos contrastes y no cesaba jamás de mezclar los matices en su enorme paleta…

Ante tanta diferencia, el espacio del hogar era reducido, ya que pleiteaban de manera permanente… tanto así, que ambos padres, creyeron enloquecer ante los requerimientos desconcertantes, de sus cuatro herederos…

El tiempo lloraba angustiosamente en los brazos de la eterna naturaleza… sin encontrar una posible solución, para las perpetuas reyertas…

Cansado el tiempo, consultó al Altísimo, suplicando su savia ayuda…

El Gran hacedor en su infinita e imperturbable tolerancia y fecundo amor, indicó al Tiempo que debía cultivar la paciencia, esperando  los resultados… que sin duda, serían favorables…

Aún eran demasiado jóvenes…

El Señor de los Mundos sabía que el Tiempo amaba a la Naturaleza con sentimiento digno y sin retaceos, incluso tenía la certeza del perdurable amor de la Naturaleza por el Tiempo… y en algún momento, lo insertado en sus almas, haría eclosión de manera bondadosa, y volverían a reencontrarse… como verdaderos hermanos…

Cuando el Tiempo regresó a su hogar, la turbulencia de la discordia, partió su corazón en pedazos… hastiado y harto, decidió desalojarlos, y mandarlos al confín mismo del mundo…

A cada uno les puso sus pertenencias en correspondientes sacos, e indicándoles un espacio, les dio de un trozo sí mismo, y los arrojó a la tierra… sin ningún miramiento…

El primer hijo, llamado Invierno, metió su mano en el saco, y desparramó escarchas, nieves, lloviznas y aterrador frío…

Había conseguido eternamente su espacio de soledad… ya que a su llegada, uno que otro leñador, se atrevía a molestarle con su escasa presencia y volvía de inmediato, a su respetivo cobijo…

Los niños y sus algarabías, estaban prisioneros en desvanes y cobertizos…

El Invierno cubría los montes de nubarrones grises, oscurecía los días y ninguna presencia de vida, salvo la propia, estaba presente en ningún lado…

La soledad era absoluta, total, desgarradora, tal cual su cruel felicidad interior… y se sentía realizado…

Taponaba las viviendas de los hombres con montículos de nieve, cristalizaba los juegos de los niños, asegurándose así, no tener interferencias de ningún tipo…

Había llegado al colmo y éxtasis de su vida… y se sintió satisfecho de acallar semillas, briznas o retoños, encarcelándolos de esa manera a su entera voluntad…

 

Tras de sí y sin saberlo venía su hermana Primavera… rescatando retoños, semillas y cuanta hierba hubiese aprisionado el cruel, solitario y frío Invierno…

Reviviendo orugas, las que luego se convertían en bellas mariposas y ayudando a tejer los nidos de las aves, las que prestamente después de ido el cruel veterano de la escarcha, volvían a su espacio de felicidad… para nuevamente amparar crías, arrullos y gorjeos…

Tras de ella, el tercer hermano, llamado Verano, cubría los prados de frutos multicolores, semillas bruñidas… y ondulantes sabanas de doradas espigas…

Bronceaba y curtía el rostro de los agricultores, y disfrutaba de ver chapotear felices a los pequeñuelos en cuanto charco, él había transformado desde la escarcha y nieve de su ingrato y desalmado hermano mayor…

Tras de él, el cuarto hermano llamado otoño, se solazaba volteando múltiples hojitas, para verlas caer serpenteando en las diversas corrientes de agua…

Tiñendo de ocres, amarillos y rojizas las copas de los árboles, iba cercenando sus cabelleras para trazar la más extraordinaria alfombra, que ningún hilandero había podido, ni siquiera imaginar, y menos crear…

El tiempo y la naturaleza miraban siendo mudos espectadores de los tan diferentes comportamientos, y también de su eterna rivalidad y enemistad… las que se veían a esta altura,  irreconciliables…

Así fue, que un día, ambos dejaron su contemplación de estos disímiles hijos, para mirar una bella golondrina que surcaba el más azul de todos los cielos…

Se elevaba al fondo mismo del infinito, y desde allí en picada, atacaba a los ríos, produciendo ciertas cosquillas, que quebrando la quietud de las aguas, vertían su tentación en ondas expansivas y cristalinas… sin duda las aguas se reían de sus intrépidas piruetas…

Pero el Tiempo, comenzó a inquietarse…

Pronto pasaría Invierno, y la diminuta ave, no había emigrado junto con su tercer hijo…

Una a una las golondrinas fueron pasando en busca de mejores territorios, acompañando al tercer hijo… a su nuevo espacio tiempo…

La azul y frágil golondrina, reconstruyó su viejo nido, lo revistió de sus más suaves plumas y confesándole a su viejo amigo el árbol, le dijo estar ya demasiado vieja y cansada para sobrevolar océanos y mares en busca de otras tierras… se quedaría allí…

Tal vez sería posible esperar a sus compañeras en el próximo ciclo… y así lo hizo…

El Tiempo y la Naturaleza, estaban impávidos frente a tremenda decisión…

 

Y fue así, que llegó Invierno… con sus ráfagas de viento helado y mortuorio…

La azulina figura de la golondrina, atravesó los nubarrones grises y perlados, pero al intentar jugar con el río, este estaba congelado, y un cúmulo de nieve recibió su cuerpo y su último vuelo…

El invierno creyó que era una simple actuación…

Primero la miró de soslayo… luego, con su dedo meñique, rascó su cuerpo, pero este permanecía inerte…

Lloviznó para reanimarla, pero aún así, la sutil figura permanecía quieta…

Por primera vez, se lo veía conmovido y visiblemente entristecido…

La tomó entre sus manos y batiendo su aliento frente al pico, volvió a intentar, pero su hálito era tan helado, que sólo consiguió endurecer el cuerpecito aún más…

Desconsolado, volvió sus pasos, y corrió al encuentro de Primavera… quien revivió miles de flores y aromas en un sólo instante… pero sin resultado…

Es posible que necesite más calor, se dijeron ambos, y así corrieron a lo de su hermano Verano…

Este le otorgó cientos de semillas y frutos maduros… pero la golondrina no despertó…

Consternados, los tres hermanos se rindieron frente a la evidencia, que la dulce y azul golondrina había fenecido…

Los tres, pidieron al Otoño un nido de hojas, para depositar el bello cuerpecito… y por primera vez, los cuatro leyeron en la mirada translúcida y pétrea de la sutil figura, el transcurso de la vida…

El Tiempo y la Naturaleza, mudos espectadores del espectáculo, aún en la tristeza, encontraron su propia estirpe en los nobles hijos… la paz había sido concertada para siempre…

Y es por eso, que en invierno aún quedan bellas flores y nobles frutos… y hasta el otoño tiene la oportunidad de pincelar aquí y allá…

Pero en el fondo del vacío… allí donde reina el Gran Arquitecto de todos los mundos, se escuchan los trinos de una azulina golondrina que revolotea enredándose en sus barbas, mientras este feliz por los designios del Tiempo y la Naturaleza, se congratula en la creación de su más seguros servidores, en la misma eternidad de su esencia…

 

Vitelmina Ahuir

 

 

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